En los meses recientes se abrió un debate en México sobre la forma en la que generamos  electricidad, así como sus costos y sus consecuencias ambientales y sociales. Desde Greenpeace hemos defendido la propuesta de transitar hacia un modelo de energías menos contaminantes y dañinas para la salud humana y el planeta; no obstante, el gobierno federal insiste en bloquear las energías renovables y priorizar los combustibles fósiles. 

A propósito de este debate público, ¿sabes cuáles son los efectos del uso de combustibles fósiles en la salud humana y el medio ambiente? 

La contaminación atmosférica y ambiental por el carbón cuesta miles de vidas y otros miles de millones en gastos de salud pública. De acuerdo con las Naciones Unidas, las emisiones mundiales de CO2 (dióxido de carbono) por combustibles fósiles aumentaron 62% entre 1990 y 2019. Del total de las emisiones contaminantes que genera México, 64% corresponden al consumo de combustibles fósiles, de acuerdo con el Inventario Nacional de Emisiones de Gases y Compuestos de Efecto Invernadero 2015. 

La contaminación por consumo de combustibles fósiles nos afecta de muchas formas, la primera de ellas es a través de la calidad del aire. En 2012, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estimó que a nivel mundial 3 mil 7 millones de personas murieron de forma prematura como resultado de enfermedades atribuibles a la contaminación del aire.  

Tan sólo en México, cada año mueren al menos mil 680 niñas y niños menores de 5 años de edad por enfermedades relacionadas con la mala calidad del aire, de acuerdo con el informe “No apto para pulmones pequeños. Diagnóstico de calidad del aire y el derecho de niñas, niños y adolescentes al aire limpio”, que elaboró Greenpeace y la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM) en 2018. 

Además, la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) ha documentado que las afectaciones a la salud asociadas a la contaminación del aire incrementan el ausentismo en el trabajo y las incapacidades laborales, además del gasto en medicinas y consultas médicas de las familias. Los costos sumados de estos impactos alcanzan anualmente los 577 mil 698 millones de pesos, una suma equivalente al 3.2% del Producto Interno Bruto.

© Greenpeace / Signum / Clive Shirley

Otra forma en la que la que nos impacta el consumo de combustibles fósiles es a través de las centrales termoeléctricas, que son los lugares donde se genera energía eléctrica a partir de combustibles fósiles como combustóleo, gas natural y otros.

De acuerdo con datos contenidos en el informe “Atlas del Carbón en América Latina 2020” de la fundación Heinrich BÖll, la combustión de carbón en China genera 250 mil muertes al año; la Alianza para la Salud y el Medio Ambiente (HEAL, siglas en inglés), coalición conformada por 65 ONGs europeas, responsabiliza al carbón por la muerte de 18 mil 200 personas en países de la Unión Europea.

Este reporte estima que son 8 mil 500 las personas diagnosticadas con bronquitis crónica al año por establecer contacto con contaminantes provenientes de centrales eléctricas a carbón. HEAL estima que los costos de salud alcanzan casi los 43 mil millones de euros al año. 

De acuerdo con ese informe, la afectación se produce por el riesgo de inhalar partículas finas de metales pesados. Éstas ingresan a las vías respiratorias, penetran los pulmones y el flujo sanguíneo y causan distintos efectos nocivos en el cuerpo. Pueden generar inflamación crónica de los pulmones, deteriorar los reflejos pulmonares y reducir su funcionamiento hasta generar enfermedades como asma, bronquitis crónica y cáncer al pulmón. Otro efecto es la reducción del flujo sanguíneo al cerebro, lo que genera una presión sanguínea alta, arritmias cardíacas e infartos. 

Las y los niños son especialmente susceptibles a los efectos nocivos de los metales pesados que emiten las centrales termoeléctricas a carbón: plomo, mercurio, cadmio y arsénico. Si sus pulmones son dañados en etapas tempranas del desarrollo, pueden afectarse de manera permanente.  

Según las estimaciones de la OMS, alrededor de 4.2 millones de muertes prematuras ocurren cada año por la exposición a partículas de estos metales vinculados con la quema de combustibles fósiles.

Además, el informe de la Universidad Autónoma Metropolitana “Modelado de impactos transcuenca en escenarios de cambio de combustible para la generación de energía. Estudio de caso Termoeléctrica ‘Francisco Pérez Ríos’ (conocida también como la termoeléctrica de Tula)” reveló que, dados las diversas ocasiones a la salud que genera este centro, la sustitución de combustóleo por gas natural podría evitar la exportación de entre 8 mil 900 y 14 mil muertes prematuras de la cuenca Tula a la cuenca Valle de México.

Desigualdad social

De acuerdo con datos recopilados por la Semarnat, la población mayormente afectada por la exposición a las partículas más pequeñas del CN a nivel global son las mujeres (con una exposición promedio anual de 337 μg/m3) y las y los niños (285 μg/m3), mientras que los hombres se ven expuestos a concentraciones relativamente menores (204 μg/m3). 

© Greenpeace / Jurnasyanto Sukarno

Estos niveles son más de 20 veces mayores que los recomendados por la OMS como promedio anual (10 μg/m3; WHO, 2015). Se ha identificado que, por lo general, los sectores de la población con ingresos bajos y medios son los más vulnerables a la exposición de CN debido a su dependencia de los biocombustibles para cocinar o calentar la vivienda. En el caso de México, en el año 2014, aproximadamente el 18.6% de la población utilizaba carbón o leña para cocinar y, por consiguiente, se encontraba en mayor riesgo de padecer enfermedades derivadas de la exposición al CN, de acuerdo con la Semarnat.

Desde Greenpeace queremos exigir a las autoridades que prioricen con urgencia una visión de futuro sustentable, que dejen atrás los combustibles fósiles como motor de desarrollo y que preserve la salud de los ecosistemas. 

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¡No más combustibles fósiles!

Que no se prioricen combustibles fósiles altamente contaminantes como el combustóleo, el carbón y el gas natural para producir la energía que necesitamos, sobre fuentes renovables que son más baratas y ayudan a combatir el cambio climático.

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