Continuamente hablamos sobre la emergencia climática y los cambios que tienen que generarse a nivel global, nacional e incluso personal para que podamos evitar que la temperatura del planeta aumente más de 1.5°C en los próximos diez años, ya que de no lograrlo, esto tendría consecuencias irreversibles para los ecosistemas y por supuesto, para las personas.

Aunque actualmente la conversación se centra en gran medida en reducir y mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero, no podemos pasar por alto un punto muy importante como es el agua y su relación con el cambio climático. En este sentido, nos enfrentamos a la necesidad de conocer de qué manera este fenómeno está modificando nuestra relación con un recurso elemental para la vida.

En primer lugar, el calentamiento del planeta nos expone a un aumento de la intensidad y frecuencia de eventos meteorológicos extremos, incluyendo sequías e inundaciones. En el caso de la Ciudad de México, una de las urbes más habitadas del mundo, esta podría aumentar su temperatura promedio 2.25°C o incluso 3°C para 2050, mientras que es muy probable que los patrones de lluvia cambien, lo cual podría generar condiciones de riesgo para muchos de sus habitantes.

Escasez de agua potable © Jörg Müller / Greenpeace
Escasez de agua potable © Jörg Müller / Greenpeace

Otro punto muy importante en el que podemos establecer una relación directa entre el cambio climático y el agua es la forma en cómo nos abastecemos de este recurso para nuestro consumo y cómo lo distribuímos. En numerosas ocasiones esta gestión del agua implica transportarla desde los mantos acuíferos que están en el subsuelo, pero también trasladarla desde distancias lejanas, como sucede en el caso de la Ciudad de México, que también obtiene una parte de su abasto desde el sistema Lerma-Cutzamala, para lo cual se tiene que bombear el agua a una altura mayor a los mil metros. Eso requiere una cantidad impresionante de energía que incluso supera a la que usa toda la red del metro de la ciudad, lo cual a su vez seguirá generando emisiones contaminantes mientras la energía usada no provenga de fuentes renovables.

Cambiar esa situación, aunado a que muchas personas carecen de acceso cotidiano al agua potable, hace necesario un manejo más inteligente, equitativo y justo de este recurso, teniendo una visión de cuenca, es decir, considerando la situación de toda la región hidrológica que abarca la ciudad y sus alrededores, lo cual es un paso para aminorar nuestro impacto en la emisión de los gases que aceleran el aumento de la temperatura, así como en la adaptación a estos cambios reduciendo los daños a los que la población pueda verse expuesta, a lo cual se conoce como resiliencia.

Una visión de cuenca nos hace también considerar la importancia de la preservación de los suelos de conservación y sus ecosistemas, los cuales reducen la vulnerabilidad a los eventos meteorológicos extremos, captan dióxido de carbono y permiten la recarga de los mantos acuíferos por ser zonas idóneas para la infiltración pluvial. No podemos hablar de la mejora de la gestión de los recursos hídricos sin hacer algo por la preservación de esas áreas de gran valor ambiental que están presentes en el territorio de la ciudad y sus alrededores. 

Drinking water is contaminated, Matamoros, Mexico. © Greenpeace / Robert Visser
Agua y cambio climático en México © Greenpeace / Robert Visser

Es por eso que Greenpeace en conjunto con treinta organizaciones y redes diversas se comprometió públicamente a realizar un trabajo colectivo en defensa de la cuenca y el derecho humano al agua frente a la emergencia climática en la Ciudad de México. Iniciamos proponiendo 10 ejes estratégicos para construir un Programa y un Plan General de Manejo Socioambiental de Cuenca a través de procesos participativos que aseguren la articulación entre instancias de gobierno y tenga continuidad a pesar de los cambios de gobierno que ocurran en los próximos años.

Invitamos a las personas que nos leen a seguir esta iniciativa que también buscará involucrar a la ciudadanía en los cambios necesarios para  lograr una ciudad más vivible, con menor impacto en emisiones y más resiliente a través de la regeneración de la Cuenca del Valle de México.

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