Una persona agricultora es quien se dedica a trabajar la tierra, pero su labor va mucho más allá de cultivar alimentos. Ellas cuidan y preservan el medio ambiente para que sea productivo, habitable y sano para ellas y otras especies, por eso valorar a las y los agricultores es proteger el planeta.

El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) estima que en México hay 5.5 millones de personas dedicadas al trabajo agrícola. De ellas, 56% son personas agricultoras y 44% trabajadoras y trabajadores agrícolas de apoyo, es decir, peones o jornaleros. De cada 100 trabajadores agrícolas, 24 hablan alguna lengua indígena.

Las actividades de las y los agricultores van desde investigar sobre nuevos métodos de cultivos y de irrigación, hasta determinar las clases y cantidades de los productos que habrán de cultivarse, manejar máquinas eléctricas o manuales para efectuar cálculos aritméticos, preparar el almácigo o cama de siembra o voltear, rastrear y nivelar el terreno agrícola, levantar el surco, regar y trasplantar la planta o sembrar la semilla y podar periódicamente los árboles. Sólo por mencionar algunas de sus actividades. 

Apoya la economía local y el campo mexicano
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Muchas veces, la tierra que trabajan las y los agricultores es también el lugar en el que viven con sus hijas e hijos, por lo que las actividades del campo se distribuyen entre toda la familia. 

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) dice que la agricultura familiar es una forma de vida y un espacio cultural, cuyo principal objetivo es crear las condiciones necesarias para la supervivencia familiar, en condiciones dignas. 

En estos casos, las actividades productivas y el trabajo se lleva a cabo por personas que mantienen lazos familiares entre sí. La mayor parte del trabajo es aportado por los miembros de la familia, y la propiedad de los medios de producción (aunque no siempre de la tierra) pertenece a la familia. La agricultura familiar es también un espacio en donde se transmiten valores, prácticas y experiencias, dice la FAO.

En México, el trabajo agrícola representa 4% del Producto Interno Bruto (PIB) del país; sin embargo, de acuerdo con datos de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA), su incidencia en el desarrollo económico y social del país es mayor, pues prácticamente toda la producción de alimentos se origina en este sector (incluyendo la pesca). Esto es clave para la seguridad alimentaria, el costo de vida y el ingreso real del conjunto de la población. 

De acuerdo con SAGARPA, los productos agrícolas son la base de un gran número de actividades comerciales e industriales, con lo que su contribución sectorial al PIB de México supera el nueve por ciento. Asimismo, constituye una actividad fundamental en el medio rural, en el cual habita todavía una parte altamente significativa de la población nacional (aproximadamente 24 millones de personas mexicanos, esto es, casi la cuarta parte).

Pese a esta importante contribución, las y los agricultores enfrentan condiciones de vida desfavorables. Según Inegi, sólo tres de cada 10 mujeres que laboran en el campo reciben un pago por su trabajo. En promedio el trabajo de jornalero es de 7.2 horas al día con un salario de $167.70 pesos, pero cada puesto de trabajo como jornalero tiene en promedio un contrato de 25 días. Además, los agricultores en todos los grupos de edad comprendidos entre los 12 y 24 años de edad son quienes registran los porcentajes más bajos de asistencia a la escuela.

El gobierno mexicano, las industrias y la sociedad necesita dar valor al trabajo de las y los agricultores; sólo así se puede dignificar y mejorar las condiciones de vida de las millones de personas que cada día, con su trabajo, garantizan que alimentos variados y saludables lleguen hasta nuestra mesa. 

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