Esquela Wendolyn Soto

Wendoline Soto Velázquez tenía 17 años cuando llegó por primera vez como voluntaria a Greenpeace. Desde ese primer día, trajo consigo una energía luminosa, una mezcla única de ternura, determinación y alegría que hizo que todos la recordemos no solo como compañera, sino como amiga, como familia.

Wenz —o Wencho, como también la llamábamos con cariño— veía la belleza en todo, incluso en lo más pequeño: una flor silvestre creciendo entre el concreto, una mirada compartida en silencio, una causa justa por la cual luchar. Ella amaba este mundo con una pasión profunda, y deseaba con todo su corazón conservarlo. Esa sensibilidad, ese amor que la habitaba, fue siempre su superpoder.

Años después, ya no solo era voluntaria: se convirtió en coordinadora del grupo de voluntarios de Sinaloa. Viajó, se formó, conoció a personas de todo el país en encuentros nacionales, y en cada lugar al que fue dejó una huella cálida y duradera. Era imposible no notarla: su sonrisa iluminaba los espacios, su mirada transmitía calma y amor, y su risa —siempre presente— era el eco de una alegría honesta, generosa.

Karen, su amiga y compañera de voluntariado, nos compartió:
“Siempre recordaré a mi amiga Wenz por su carisma, su sentido del humor tan positivo, alegre, generosa y sobre todo su dedicación en Greenpeace. Día con día se ganó mi cariño. Me duele mucho su partida.”

Otro voluntario que la conoció bien recuerda algo muy propio de ella:
“Tenía como dos días de conocerme y ya me estaba compartiendo su cuenta de la universidad para ayudarme con unos programas de diseño. Era una gran persona, siempre dispuesta a ayudar.”

Juntas, formamos un grupo de amigas —cinco mujeres distintas en edades, historias y formas de ver el mundo— que terminamos siendo elegidas como familia. Y en el centro, siempre estuvo ella: Wenz, la que amaba la naturaleza y la música con la misma intensidad, la que vivía con amor todo lo que hacía.

Paola, otra de nuestras hermanas del alma, lo resume así:
“Crecimos juntas. Nos unió el amor por la naturaleza y la música. Vivía el mundo apasionadamente.”

Abigail también guarda recuerdos imborrables:
“Gracias a Wendy nos inscribimos a un rally que solo íbamos por los taquitos… y terminamos ganando. El premio fue un viaje a Cosalá. Ese viaje nos unió como grupo, fue el mejor de todos los tiempos.”

Para muchas de nosotras, Wendy fue el corazón que nos unió. Astrid recuerda:
“Sin la Wendy no las hubiera conocido a ustedes. Me metió al mundo de Greenpeace, me enseñó lo mucho que podemos hacer por los demás. Me compartió su pasión por la ecología y la justicia. Gracias a ella conocí a unas de las personas más increíbles de mi vida.”

Y yo también estuve ahí. Recuerdo cómo nos revolcamos en el pasto para tomar fotos, cómo hicimos senderismo, cómo reímos hasta que nos dolió el estómago. Luego vinieron otras aventuras: Hidalgo, la Ciudad de México, los cumpleaños compartidos, las campañas, los abrazos, las lágrimas, las bromas infinitas. Vi a Wendy convertirse en una mujer apasionada por la comunicación, la fotografía y por hacer del mundo un lugar más justo. Vi su primer amor, su compromiso, su dolor tras perder a su padre. La vi crecer. Siempre la sentí como mi hermana menor.

Hoy, escribimos estas líneas con el corazón apretado. Su partida duele, pero su presencia sigue viva en nosotras, en cada bosque, en cada causa, en cada nota de las canciones que cantábamos juntas. El mundo necesita más personas como Wendy, personas que sigan viendo belleza en todo, que sigan luchando por la justicia, por la naturaleza, por los demás. Ese será siempre nuestro compromiso con ella y con lo que nos enseñó.

Gracias, Wenz, por mostrarnos que vivir apasionadamente también es una forma de resistencia. Que amar este mundo es una forma poderosa de cambiarlo. Y que cuando una amistad nace del alma, ni el tiempo ni la distancia ni la muerte pueden romperla.

Hasta siempre, hermana.