Ya no podemos ver la inundación de Chalco como un infortunio estacional aislado. Estamos ante una de las claras y más advertidas consecuencias de la crisis climática, las cuales estarán repitiéndose, posiblemente cada vez con mayor frecuencia e incluso con peores escenarios si las cosas siguen como hasta ahora. Lo que pasa en Chalco es resultado de una gestión del agua y la ciudad muy lejana a la sustentabilidad.


Pobladores de Valle de Chalco y Chalco de Covarrubias en el Estado de México viven bajo las aguas negras por inundaciones desde el 2 de agosto de 2024. © Gustavo Graf / Greenpeace

Recordemos que apenas en 2021 ocurrió una catástrofe del mismo tipo en Tula, en la que diecisiete personas perdieron la vida y más de 31 mil sufrieron daños y pérdidas. Sucedió no solo por la intensidad de las tormentas, sino también porque el gobierno de la CDMX y el gobierno federal tomaron la decisión de desfogar el agua del oriente de la capital e inundar Tula. Es indignante que hoy en día se tenga que decidir entre inundar a una u otra población. 

Casi cuatro años han pasado desde que presentamos al gobierno de la CDMX una agenda de trabajo para rescatar la cuenca del Valle de México. Chalco también forma parte de ella. La cuenca es el sistema ambiental que hace posible que tengamos agua y que esta cumpla su ciclo. No hay una sola persona cuyo bienestar no dependa del agua de la cuenca, sin importar si vive en la pobreza o en la opulencia. Sin embargo, el dinero público y el esfuerzo gubernamental se siguen vertiendo en lo que no tiene futuro.


Pobladores de Valle de Chalco y Chalco de Covarrubias en el Estado de México viven bajo las aguas negras por inundaciones desde el 2 de agosto de 2024. © Gustavo Graf / Greenpeace

Los niveles de tratamiento de aguas residuales siguen siendo bajísimos. Apenas alcanzan un tímido 15 por ciento en promedio nacional. Las tuberías que integran los sistemas de distribución de agua de nuestras ciudades están terriblemente oxidadas, carcomidas por el tiempo, lo cual termina en el desperdicio de cerca del 40 por ciento del líquido del que disponemos. El absurdo se hace evidente al saber que se trata casi del mismo volumen que todos los días se tiene que llevar a través de los inmensos tubos del Cutzamala hacia la CDMX, lo cual necesita de la operación de bombas cuya electricidad -producida de forma altamente contaminante- nos cuesta más de 3 mil millones de pesos cada año.

Por si fuera poco, se ha permitido arrasar y deforestar bosques y zonas ambientalmente muy valiosas que cumplen la función de captar el agua de lluvia y evitar que rebose en las calles. Tan solo en 2022 se talaron 1310 hectáreas de bosque en el Estado de México. Y la cuenta sigue si a eso aumentamos el acelerado crecimiento urbano, el cual muchas veces es ilegal.  

En esas condiciones, ¿Cómo esperan que no nos inundemos?

Pobladores de Valle de Chalco y Chalco de Covarrubias en el Estado de México viven bajo las aguas negras por inundaciones desde el 2 de agosto de 2024. © Gustavo Graf / Greenpeace

La respuesta del gobierno del Estado de México ha sido echar la culpa a la gente. Dicen que pasó porque tiran basura en la calle. De acuerdo, necesitamos educar y concientizar al respecto. Pero, ¿Qué han hecho los gobiernos estatales y federal para obligar a la Coca Cola e industrias similares a responsabilizarse y frenar esta otra inundación plástica en la que nos han colocado? 

¿Qué se ha hecho para reducir al máximo la generación de potenciales residuos? 

En Greenpeace nos hemos preocupado por esos aspectos. Llevamos años pidiendo una gestión sustentable de la ciudades y el agua, también que a través de la Ley se obligue a las corporaciones a responsabilizarse de la contaminación plástica que generan.

Te invitamos a sumarte a nuestras campañas para impulsar las alternativas que pueden llevarnos a un futuro más justo y sustentable. 

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