El fracking o fractura hidráulica es una técnica utilizada para la extracción de hidrocarburos. Su uso, que se ha extendido a lo largo del país, es altamente nocivo para la tierra, el agua y la salud humana, especialmente para las comunidades donde se realiza. Con motivo del Día Internacional contra el fracking, que se celebra el 22 de septiembre, te explicamos por qué en Greenpeace decimos: ¡No más combustibles fósiles! (Firma la petición aquí)

Esta técnica funciona a partir de la perforación (primero en sentido vertical) de un pozo. El objetivo es obtener un gas no convencional llamado lutita, que es una mezcla de hidrocarburos que requiere para su extracción técnicas peligrosas, dañinas y costosas. 

La perforación que se requiere para la extracción de este gas se extiende hasta encontrar gas o petróleo. Una vez localizado ese punto, se hacen otras largas perforaciones dentro de la tierra pero en sentido horizontal; con estos nuevos pozos se fractura la roca y se le inyecta a alta presión una mezcla de agua, arena y sustancias químicas, lo que provoca la salida de los hidrocarburos. Esta técnica requiere hacer no una sino varias y kilométricas perforaciones a lo largo y ancho de la tierra a fin de mantener la producción de los yacimientos.   

La Alianza Mexicana contra el Fracking –integrada por varias organizaciones civiles, entre ellas Greenpeace México– ha documentado que esta técnica tiene al menos 6 distintos impactos negativos al medio ambiente, entre ellos: 

 • Disminución de disponibilidad del agua: La fracturación de un solo pozo requiere entre 9 y 29 millones de litros de agua. El ritmo de explotación anual de 9 mil nuevos pozos en Estados Unidos que se pretende exportar a México supondría un volumen de agua equivalente al necesario para cubrir el consumo doméstico (100lts/pers/día) de entre 1.8 y 7.2 millones de personas en un año. Ello acarreará la disminución de la cantidad de agua disponible y pondría en peligro los ecosistemas y la realización del derecho humano al agua y a la alimentación. En Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, regiones donde esta actividad ya se realiza, la disponibilidad de agua es limitada.

Escasez de agua potable © Jörg Müller / Greenpeace
Escasez de agua potable © Jörg Müller / Greenpeace

• Contaminación de las fuentes de agua: Se han identificado 750 tipos diferentes de productos químicos en los fluidos de fracturación analizados, entre ellos sustancias de gran toxicidad como el metanol, benceno, tolueno, etilbenceno y xileno. Además, el agua de desecho conocida como agua de retorno no sólo contiene los químicos y la arena que originalmente se introdujeron, sino también metales pesados, hidrocarburos e incluso materiales radioactivos, como el radón, que se encuentran en el subsuelo. 

• Impactos sobre la salud: Al menos 25% de las sustancias utilizadas en las distintas mezclas de perforación pueden causar cáncer y mutaciones, 37% afectar al sistema endocrino, 40% provocar alergias y 50% dañar el sistema nervioso. Los pozos de agua potable que abastecen a la población situados en cercanías de las zonas donde se aplica la fracturación hidráulica tienen altos niveles de metano y sustancias cancerígenas y neurotóxicas. Por otro lado, la población que habita cerca de los pozos tiene un 66% de probabilidad de padecer cáncer asociado a la contaminación atmosférica. Igualmente, la toxicidad y los riesgos de accidentes asociados a esta actividad repercute en la salud y la vida de las y los trabajadores de la industria.

• Emisión de gases y su contribución al calentamiento global: 90% de las emisiones en el proceso de obtención del gas es metano (CH4), aunque también se emite dióxido de azufre (SO2), óxido de nitrógeno (NO) y compuestos orgánicos volátiles. Por lo tanto,  aunque la quema del gas natural emite menos dióxido de carbono (CO2) que otros hidrocarburos, el proceso completo de su explotación contribuye en mayor medida a la aceleración del cambio climático debido a las fugas de metano producidas durante su extracción. Estas emisiones pueden alcanzar 8% de la producción total de un pozo, es decir, 30% más que en los proyectos de gas convencionales. El metano es un gas de efecto invernadero con un potencial de calentamiento 86 veces superior al CO2 en el corto plazo, por lo que en 20 años el impacto de la extracción de gas de lutitas sobre el cambio climático puede superar en 20% el del carbón.

Una sociedad más informada respecto a los impactos ambientales de su consumo es más activa por un futuro ecológico. © Víctor Ceballos / Greenpeace.
© Víctor Ceballos / Greenpeace.

• Sismos antropogénicos: Debido a que la industria no puede tratar los grandes volúmenes de aguas residuales generadas por el fracking, es común que utilice pozos de inyección (también conocidos como pozos letrina) para deshacerse del agua contaminada. Estas aguas pueden desestabilizar fallas geológicas y provocar sismos. En Arkansas, Ohio, Oklahoma, Colorado y Texas, regiones sin actividad sísmica histórica, se han multiplicado en años recientes el número de sismos superiores a los 3 grados. Los epicentros de estos sismos coinciden con la localización de los pozos de inyección. En Youngstown, Ohio, estos sismos antropogénicos (provocados por el ser humano) lograron alcanzar hasta 5.7 grados.

• Otras afectaciones: Debido al deterioro ambiental que provoca, la explotación del gas de lutitas es incompatible con otras actividades económicas como la ganadería, la agricultura y el turismo. A ello se suma el deterioro de la infraestructura carretera por el impacto de los 250 viajes diarios por pozo de camiones de gran tonelaje. Todo ello afecta la calidad de vida, salud y tranquilidad de las poblaciones.

Como ocurre con las políticas que no consideran las estructuras desiguales sobre las que se sostienen las sociedades, el fracking afecta en mayor medida a las comunidades más pobres del país, por lo que esta técnica está prohibida en cada vez más países, como en Francia, Alemania y Bulgaria. 
Por eso, desde Greenpeace te invitamos a firmar esta petición para que la Secretaría de Energía apueste por menos combustibles fósiles y más energías renovables, social y ambientalmente sustentables.

¡Detengamos la crisis climática! Firma:

¡No más combustibles fósiles!

Que no se prioricen combustibles fósiles altamente contaminantes como el combustóleo, el carbón y el gas natural para producir la energía que necesitamos, sobre fuentes renovables que son más baratas y ayudan a combatir el cambio climático.

Participa