George Monbiot escribe en su columna de The Guardian que en medio de la pandemia global por COVID-19 se puede observar una migración del poder no sólo del dinero privado al Estado (por todos los neoliberales que están pidiendo ayuda a los gobiernos para sortear la crisis), sino también del mercado, y del Estado, a las personas comunes. Gente como tú, como nuestros vecinos y vecinas, como el personal médico o el de limpieza, como el campesinado que sigue produciendo alimentos, gente común que en conjunto se ha movilizado para atender las áreas donde el gobierno no ha llegado.

Ese poder de la gente se puede ver sin duda en nuestro país, donde tanto en medios tradicionales como en redes sociales escuchamos y leemos historias de personas y grupos de personas que, sabedoras de la difícil situación que muchos están enfrentando por la epidemia y por sus grandes efectos económicos, se han organizado y movilizado para atender carencias, para reducir brechas de desigualdad, para llevar alimento, para dar apoyo emocional, para cuidarnos en colectivo. 

La experiencia es amplia, desde colectivos que buscan acercar el campo a la ciudad llevando a domicilio alimentos frescos de productores locales, como forma de ayudarlos a subsistir en estos tiempos de cuarentena (identifica a algunos en nuestro directorio de consumo responsable). Lo mismo para toda la gente que está llamando a consumir local, a apoyar a la tiendita de la esquina y a comprar menos en las grandes cadenas de supermercados. O los colectivos feministas que ofrecen terapia o líneas de comunicación disponibles para mujeres en situación de violencia doméstica, agravada ahora con el encierro.

Desde organizaciones de la sociedad civil que buscan conectar a las personas que pueden dar con quienes necesitan recibir, desde bienes básicos como alimentos y artículos de aseo (como esta convocatoria para apoyar a mujeres, madres y otros grupos vulnerables) hasta cariño y escucha. Sin olvidar a aquellos conductores de taxis o aplicaciones de movilidad que dan servicios gratuitos o con descuentos al personal de la salud.

De la mano con esto, están las personas que han sido invisibilizadas por mucho tiempo, pero que ahora han salido a exigir su derecho a una vida digna, como es el caso de los “diableros” de la Merced que salieron a manifestarse frente al Ayuntamiento de la CDMX para exigir apoyos económicos ahora que se han quedado sin trabajo. Así también las manifestaciones de miles de médicas (os), enfermeras y demás personal de salud que han alzado su voz para que el gobierno garantice el abasto del equipo médico necesario para paliar el coronavirus.

Manifestación de “diableros”. Créditos: foto tomada de la publicación de Facebook del usuario Jermán Argueta (26 de marzo, 2020).
Manifestación de “diableros”. Créditos: foto tomada de la publicación de Facebook del usuario Jermán Argueta (26 de marzo, 2020).

Hoy debemos replantearnos el poder y el valor de la gente, debemos pasar de admirar a un famoso o famosa que nos muestra su encierro en medio de la opulencia y la banalidad a valorizar al campesino que produce nuestros alimentos saludables y suficientes, a los médicos y enfermeras que están trabajando arduamente al frente de la batall a contra el COVID-19, al personal de limpieza que se la rifa manteniendo limpio los hospitales y otros espacios para evitar contagios, a los recolectores de basura que arriesgan su salud cada día para darnos ese servicio, a quienes siguen saliendo a trabajar o trabajan desde casa para que el país se siga moviendo, a las mamás y papás que además de trabajar deben cuidar a sus niños y niñas inquietos. Debemos valorizar a la gente común que son quienes hoy están marcando la diferencia.

Muchos dirán que también hay personas que han sacado lo peor de sí mismas en estos tiempos difíciles, lo cual tristemente es cierto. Sin embargo, decidimos enfocarnos en aquellos y aquellas que han decidido ser solidarios, actuar en comunidad y hacer la diferencia. Ante crisis como la que hoy enfrentamos el que las personas decidan tomar el poder, reflexionar, pensar en el bien común y actuar, es de suma importancia. 

Mujeres en el campo © Richard Atrero de Guzman / Greenpeace
Mujeres en el campo © Richard Atrero de Guzman / Greenpeace

El COVID-19 ha demostrado que el sistema económico actual está roto, ya que la explotación de la naturaleza y del ser humano en la que se basa, hoy nos ha hecho más vulnerables: somos una sociedad profundamente desigual, tenemos sistemas de salud débiles que pueden dejar a personas contagiadas sin atención médica adecuada. Además, la destrucción de los bosques y selvas, la agricultura y ganadería industrial de la que proviene gran cantidad de nuestro alimentos, así como el comercio de especies se relacionan directamente con el surgimiento de nuevas enfermedades, etc. Al mismo tiempo, la sociedad que hemos construido a partir de los valores de este sistema capitalista y neoliberal nos ha hecho individualistas, egoístas, consumistas, sin respeto por el otro y por el planeta.

Por ello, todas estas personas que ante la crisis han decidido alzar la voz y trabajar por su comunidad, realizan un acto, no sólo solidario sino también político, revolucionario y transformador. En ellos y ellas nace la semilla que dará lugar a cambios mayores. Necesitamos construir nuestra agencia individual pero también colectiva y llevarlas hacia la transformación de nuestra realidad, para que cuando la pandemia acabe podamos iniciar la construcción de una nueva “normalidad”. Una nueva “normalidad” que nos permita construir los cimientos de una sociedad más equitativa y justa, y un mundo más verde.

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