Cuando me uní como voluntaria de Greenpeace, me puse dos objetivos: navegar en uno de los barcos y ser activista, pero NUNCA ni en mis sueños mas locos, imagine que algún día estaría en la Antártida, y mucho menos la cantidad de fauna que encontraríamos.
![Samantha Rodriguez on MY Esperanza in North Atlantic. © Kajsa Sjölander / Greenpeace Samantha Rodriguez on MY Esperanza in North Atlantic. © Kajsa Sjölander / Greenpeace](https://www.greenpeace.org/static/planet4-mexico-stateless/2020/02/16c476ba-gp0sttiu1-1024x683.jpg)
Las Orcas junto con los tiburones siempre han sido mis animales marinos favoritos, en ambos casos me parece que son mal entendidos y todo es por culpa de los humanos, en el caso de los tiburones gracias a aquella vieja película de Hollywood donde nos venden la idea un animal que ataca a los humanos por diversión y no por alimentarse (cabe mencionar que los humanos son los únicos seres así de agresivos).
En el caso de las Orcas comenzamos a llamarlas “ballenas asesinas” sólo porque se alimentan de otros mamíferos y no de Kril o pescado, después están la películas como “Liberen a Willy” que logro el millonario negocio de mantenerlas en cautiverio para nuestra diversión y que generó videos donde las vemos atacando a sus entrenadores, así que para mi esa mala fama es culpa de nosotros.
Cuando me invitaron a embarcar en el Arctic Sunrise para ser parte del tramo final de la campaña de Polo a Polo, sin pensarlo dije sí, pues esas oportunidades son únicas en la vida. Ya cuando me encontraba volando de México a Ciudad del Cabo para unirme a la tripulación, una de las cosas que pensé fue: “Lo que más me gustaría ver ahí son Orcas”.
![Firma por la Antártida Firma por la Antártida](https://www.greenpeace.org/static/planet4-mexico-stateless/2020/02/f3252ffd-banner_antartida.jpg)
Un día nos encontrábamos hablando sobre lo que haríamos en Ushuaia cuando el viaje terminara, habíamos pasado cuatro semanas viendo ballenas jorobadas todos los días y haciendo fotos para su identificación, vimos delfines y un montón de pingüinos de diferentes especies pero aún no veíamos Orcas.
Una tarde después del descanso de las 15:30 en el taller del contramaestre, mientras buscaba las herramientas para continuar mi proyecto de reparación de cuerdas, Sol (voluntaria de argentina y gran amiga) llego con media respiración y me dijo “Orcas”. Salí corriendo al puente por los binoculares, ahí estaban, al menos 15 bellas orcas saltando en las olas una al lado de la otra a las afueras de Bahía Paraíso, la emoción por el espectáculo que presenciamos lo podíamos sentir a flor de piel, con las montañas nevadas de frente y las ballenas saltando entre las olas, casi parecía que se divertían con nuestros gritos de emoción pues entre más nos emocionábamos saltaban más alto.
![Orca Whales off North Island, New Zealand. © Robert Marc Lehmann / Greenpeace Orcas debajo del mar © Robert Marc Lehmann / Greenpeace](https://www.greenpeace.org/static/planet4-mexico-stateless/2020/02/85e04f62-gp0stotnr-1024x683.jpg)
Unos días después de eso llegamos a bahía Esperanza con la noticia de que la temperatura ese día era de 18.3ºC, en la Antártida era como un día de primavera en Ciudad de México, y pensé en esa familia de Orcas que cada vez se irán enfrentando a temperaturas como esta o superiores y quizá en algún punto no tengan nada más por cazar, y es justo ese pensamiento el que me llevó a contar esta historia para pedirte a ti que estás leyendo esto, nos ayudes a alcanzar nuestra meta de proteger el 30% de los océanos a nivel global para el 2030. ¡Es momento de actuar juntos por la biodiversidad y la vida del planeta! Firma la petición.