Detengámonos un momento para disfrutar una copa de un buen vino. En el primer sorbo surge un inconveniente: nuestro vino no sabe igual. Esta bebida es un claro bioindicador del verdadero problema, el más grave que enfrenta la especie humana en su paso por el mundo: el cambio climático.

La explotación del hombre sobre la naturaleza durante 12 siglos tuvo cierto balance. Pero después de la revolución industrial hemos afectado el ambiente de una manera radical. Aunado a esto, la indiferencia de gobiernos, empresarios e individuos que sólo buscan la comodidad y un beneficio inmediato, han logrado un ecocidio global. Desde hace 35 años la temperatura se ha incrementado y todo indica que así seguirá. 

Uvas secas en un viñedo francés © Greenpeace / Pierre Gleizes

Uvas secas en un viñedo francés.

El llamado efecto invernadero tiene como resultado temperaturas extremas, concentración en la atmósfera de gases, principalmente dióxido de carbono, sequías, inundaciones, deshielos. 

Entre las cosas que guardan una relación intrínseca con la naturaleza está la producción de vino. La naturaleza es la cocinera y los cuatro elementos: agua, tierra, viento, clima, junto con el conocimiento humano, permiten esta alquimia ancestral. 

Los expertos en la producción de vino en diversas regiones vitivinícolas de España que se han visto afectadas, señalan algunos cambios, como el hecho de que las estaciones no se diferencian a tiempo, la primavera pasa muy rápido, las golondrinas llegan antes, las hojas de los robles se caen tardíamente y los manantiales se secan.

Productores de vino ecológico en Eslovaquia © Richard Lutzbauer / Greenpeace

Productores de vino ecológico en Eslovaquia

Esta crisis lanza señales de alerta que todos debemos conocer. El cultivo de la vid, una planta ancestral domesticada hace 8 mil años en el medio Oriente, llevada al Mediterráneo y de ahí al resto del mundo, es un claro ejemplo,. La vid es un monocultivo, con flora y fauna locales controladas. Soporta muchos climas: lluvias, zonas secas, temperaturas altas y bajas, desde la costa hasta la montaña, y cada variedad de uva ha podido adaptarse a estas condiciones. Climas con temperaturas más elevadas y la reducción de precipitación pluvial han modificado de tal manera la calidad de la uva que el resultado es un exceso de avinagramiento, una carencia de acidez, sube el PH aumentando los azúcares y con ello los grados de alcohol, lo cual propicia la aparición de levadura. El vino deja de ser un vino aromático, fresco y ligero.

Los vitivinicultores alrededor el mundo están buscando zonas más elevadas, por lo tanto más frías para cultivar la vid. Intentan volver a las antiguas viñas para encontrar aquellas variedades que se adaptan a los diversos climas. Todo resulta muy costoso. Principalmente el cambio de ubicación de los viñedos y las bodegas. En nuestro país, las regiones vitivinícolas más importantes como Querétaro, Zacatecas, Aguascalientes, Durango, Coahuila, Sonora y Baja California, tampoco están a salvo de este problema. 

Bodegas de vino en Europa © Richard Lutzbauer / Greenpeace

Bodegas de vino en Europa

En España la Federación Española del Vino ha tomado medidas para que la industria vinícola logre reducir en su producción la emisión de gases de efecto invernadero. Han creado un proceso de certificación para las bodegas a nivel nacional, siendo la primer industria del vino en el mundo que ha dado ese paso. 

Los especialistas señalan que el cambio climático actual es provocado por los seres humanos, el modelo energético está equivocado y resulta prioritario cambiarlo. El problema es mucho más grande que nosotros, y somos nosotros los causantes de éste. Cada acción cuenta, cada pequeña solución aporta en esta carrera contra el tiempo. Es necesario difundir información veraz y confiable acerca de los temas ambientales que perjudican a la naturaleza y, por lo tanto, a la especie humana.

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