Lo más probable es que el nombre de la doctora Christine Figgener no le sea familiar al lector, a pesar de que el video que protagoniza tiene 36 millones de reproducciones en Youtube. En él, junto con su equipo, durante ocho minutos la entonces estudiante trabaja para sacar un objeto de la nariz de una tortuga golfina, en una panga en Costa Rica.

Es difícil discernir a primera vista qué es el objeto, apenas se asoma su borde por el orificio nasal de la tortuga. En los primeros minutos Figgener usa pinzas para jalar apenas con poca fuerza, pues teme que pudiera ser un parásito o que tuviera alguna conexión que dañe más a la tortuga, porque no sabe si lo que jala está conectado a su ojo o cerebro. Con el tiempo, uno de los tripulantes dice en español: “Es un plástico, una pajilla (popote, en México)”.

Para cuando lo sacan, el popote mide poco más de 10 centímetros. La nariz de la tortuga sangra y sus ojos acusan un terrible dolor. Uno tendría que ser un robot para no sentirlo.

Tortuga marina © Troy Mayne / Oceanic Imagery Publications

Tortuga marina

Ese incidente de 2015 no fue, ni por mucho, la primera interacción del plástico con la vida marina; tenemos registros de mamíferos marinos con plástico en el estómago desde los años 60. Pero algo hubo en ese video, tal vez el ángulo cerrado de la toma que permite ver todas las expresiones de la tortuga, o tal vez el hecho de que fueron necesarios muchos intentos para sacar el popote completo, creando en el camino los pequeños momentos de drama que tienen las grandes historias. Lo cierto es que el video se convirtió en la piedra angular del movimiento anti-plástico que hoy ha logrado modificaciones en cientos de leyes en todo el mundo, así como compromisos de todos niveles en empresas privadas. 

Desde 1950, cuando se crearon los primeros polímeros plásticos, se calcula que se han creado más de nueve mil millones de toneladas de plásticos en el mundo. Una cifra inimaginable considerando que mucho de los empaques y embalajes que consumimos a diario pensa solo unos cuantos gramos. El plástico se ha convertido en un icono de la cultura “desechable”. Es la imagen de aquello que es consumido en pocos minutos y luego desechado para, potencialmente, pasar al olvido.

Cuesta trabajo creer que, en un principio, esta etiqueta de “desechable” fuera una señal de lujo, modernidad y sofisticación. En los años 60 las revistas de todo el mundo contenían anuncios que presentaban al plástico como una alternativa limpia y fresca, por ejemplo, para envasar alimentos.

Auditoría de marca en playas © Chanklang Kanthong / Greenpeace

Auditoría de marca en playas

Hoy, las cifras de la crisis de la contaminación por plásticos son aterradoras: 12.7 millones de toneladas de plástico llegan a los océanos cada año, sin contabilizar aquellas que están en las riveras de los ríos, el fondo de los lagos y las quebradas. Estos plásticos dañan la vida de más de 700 especies, sólo las documentadas, desde el fitoplancton microscópico hasta la ballena azul, el animal más grande que haya existido en la tierra. Se ha vuelto rutinario ver noticias sobre mamíferos marinos varados llenos de contaminación plástica; han encontrado desde una numerosa cantidad de bolsas hasta chanclas e incluso partes de vehículos en los estómagos de estos cetáceos.

También nosotros estamos llenos de plástico. No de bolsas, ni de taparroscas, pero sí de partículas más pequeñas como microplásticos y nanoplásticos menores a una micra. Este es un campo del que todavía se sabe poco, dada nuestra limitada capacidad de muestrear e identificar partículas de ese tamaño en el tejido humano. Sin embargo, la comunidad científica que estudia este riesgo ya ha sonado la señal de alarma, sobre todo por la capacidad de los micro y nano plásticos como vectores para químicos tóxicos que pudieran depositarse, por ejemplo, en el tejido de los pulmones, al respirarlos.

¿Cuánto plástico ingerimos? Es difícil saber con exactitud, pero un estudio reciente comisionado por WWF Australia estimó que pudiéramos estar ingiriendo un promedio de hasta cinco gramos de plástico por semana, el equivalente a una tarjeta de crédito. Es necesario despertar de este sueño donde erróneamente hemos creído que existe lo “desechable”. Cada día queda más clara la necesidad de cambiar el paradigma cultural y de consumo en el que vivimos y que nos está ahogando, basado en un modelo lineal: extraer materias primas, fabricar bienes de consumo, consumirlos y desecharlos. Debemos repensar esta idea desde su origen para construir una cultura sin residuos, donde los productos extiendan al máximo su vida útil y sean reutilizados y refabricados para potenciar su valor. 

Marcha contra los plásticos

Marcha contra los plásticos

Antiplásticos en México

Los movimientos antiplástico están dando este paso por todo México. A la fecha en la que escribimos este texto existen 24 estados, incluyendo la Ciudad de México, en los que se legisla por un mundo libre de plásticos de un sólo uso. Este movimiento, necesario y bienvenido, enfrenta un camino cuesta arriba por varias razones:

 

  1. El mar ya está lleno de plástico. Así lo documentan diversas investigaciones científicas con estimaciones. Un ejemplo aterrador: en mayo de este año el explorador Victor Vescovo rompió la marca mundial de profundidad al descender 10,927 metros en el abismo Challenger, el punto más profundo del océano. Sólo otros dos seres humanos habían llegado cerca.Encontró criaturas que nunca se habían descrito, incluyendo especies nuevas de medusas y pepinos de mar, y también encontró envolturas de plástico. Este descubrimiento desolador confirmó lo que ya imaginábamos: no hay lugar en el mar libre de plástico. Y no sólo el mar. Hasta en los lugares más prístinos del planeta se ha documentado contaminación por microplásticos y que éstos incluso pueden viajar más de 100 kilómetros desde su fuente de origen a través del aire. En lugares aislados de la producción y consumo, como la Antártida, se ha documentado la presencia de microplásticos. Este es un problema mundial y que no reconoce fronteraspolíticas ni de producción.
Botella plástica flotando en el océano © Justin Hofman / Greenpeace

Botella plástica flotando en el océano

  1. Seguimos haciendo mucho plástico, cada vez más. Actualmente se calcula que en el mundo se producen 380 millones de toneladas plásticas anuales para diversos usos, desde aquellos usados para fabricación de automóviles, insumos médicos y empaques o embalajes.Sin embargo, la industria del plástico proyecta un crecimiento del doble de su producción en los próximos años, por lo que para 2030 podríamos producir más de 700 millones de toneladas plásticas. El plástico es versátil, resistente y barato, además de que los daños que causa normalmente se dan lejos de quien decide comprarlo, usarlo o producirlo, por lo que no extraña que la tendencia sea a hacer más plástico y no menos. 
    Recolectores de basura plástica © Soojung Do / Greenpeace

    Recolectores de basura plástica


    Esas son las mismas razones por las que es difícil pensar que la tendencia se vaya a revertir con compromisos voluntarios y reducciones paulatinas. Es demasiado poco y demasiado lento. Son necesarias medidas drásticas de reducción en la producción del plástico, impulsadas por los gobiernos del mundo. Aún peor, ante la negativa a cambiar nuestro estilo de vida, ha hecho su aparición la basura ecológica, desechables a base de fuentes renovables que promueven el uso del maíz, el aguacate y otros cultivos para quedarnos más tranquilos a la hora de continuar produciendo basura.

    Lamentablemente estos productos son compostables solo a nivel industrial, no se degradan mágicamente en la naturaleza y trasladan la presión ambiental desde los océanos hacia los campos, fomentando el uso de agrotóxicos y cambios en el uso de suelo, con la preocupación de que los cultivos sean destinados a la producción de “desechables” más que a la de alimentos. Una falsa solución para enfrentar el problema.

Tubo plástico de pasta de dientes © Habib Leon Mendy / Greenpeace

Tubo plástico de pasta de dientes

  1. La industria del plástico lucha la batalla de su vida. Coca Cola, Unilever, Procter and Gamble, Pepsico, Starbucks, Walmart y La Casa de Toño saben que están en la mira. Empresas grandes, chicas y medianas en los cinco continentes han hecho compromisos relacionados con el plástico. Unos prometen no ofrecer popotes en sus establecimientos, otros reducir la cantidad de plástico que usan en sus operaciones, todaváa otros prometen reciclar más, mucho más.Casi todas las empresas que forman parte de la industria del plástico ha firmado uno o varios compromisos públicos, de los que quizá el más prominente sea el Acuerdo Global por la Nueva Econom.a del Pl.stico, impulsado por la Organización de Naciones Unidas (onu) y por la Fundación Ellen Macarthur.

 

¿Por qué esta ola de compromisos y promesas? Seguramente responden en parte a una genuina preocupación por el planeta, aunque también a que estas empresas tienen bien presente el creciente riesgo de volverse los malos de la película.

No necesitan mirar muy lejos en el pasado para encontrar ejemplos de los que les puede pasar; la industria del plástico no quiere convertirse en la nueva industria del tabaco. Para mitigar ese riesgo, este sector ha invertido millones de dólares para luchar a todos los niveles contra iniciativas legislativas y mejorar su imagen pública. Sin embargo su principal estrategia —la que han desplegado en todo el mundo— es proponer su propia respuesta a la crisis del plástico, una respuesta que no ponga en riesgo su negocio y, de hecho, que les ofrezca nuevas avenidas de negocio. Esta respuesta es el reciclaje.

Este texto fue publicado previamente en Este País, si quieres leer el artículo completo entra aquí. 

¡Libérate del plástico!

¡Exijamos leyes que prohiban los plásticos de un solo uso! Las corporaciones evaden su responsabilidad porque no existe un marco que las regule. Desplastifiquemos México.

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