En la era del consumo rápido y la novedad constante, la industria de la moda se adaptó y creó su propia versión: el fast fashion. En pocos años, esta forma de vestirse por precios irrisorios y renovándose casi mes a mes ha ganado terreno de manera exponencial. 

Residuos textiles cerca del mercado de Gikomba en Nairobi. Viola Wohlgemuth, activista de Greenpeace Alemania, en el lugar.

Sin embargo, detrás de las tendencias fugaces y los precios tentadores se esconde un oscuro panorama que merece nuestra atención. En esta nota, exploraremos seis motivos para reconsiderar tus hábitos de compra y optar por alternativas más sostenibles y éticas.

1. Los productos del fast fashion pueden tener efectos adversos  para tu salud

“La producción de moda rápida, básicamente toda la ropa que se produce y vende de forma masiva a nivel global, depende de fibras sintéticas y de la industria química. Los diversos agentes tóxicos potencialmente presentes en las prendas que vestimos van desde herbicidas y pesticidas a solventes, emulsionantes, fijadores, retardantes de fuego, entre tantos otros”, señalan desde el movimiento Fashion Revolution.  

En definitiva, por cada kilo de ropa se utilizan entre uno a cinco kilos de químicos diferentes, muchos de ellos aplicados para mejorar el desempeño de las fibras y prendas. Elementos que, de una u otra manera, terminan en contacto con nuestra piel y pueden generar distintos efectos.

Sin ir más lejos, Greenpeace España denunció el año pasado que, a pesar de que existen normativas que prohíben el uso de estos químicos en Europa, existen marcas como Shein que los utilizan igual.  El estudio encontró en la ropa que vende sustancias tóxicas -como cadmio, mercurio, ftalatos- que actúan como disruptores endocrinos o provocan alergias. 

Es decir que, lo que se ahorra en el precio que abonas no sólo le sale muy caro al planeta sino que puede ser peligroso también para tu propia salud.

Para acompañar el lanzamiento del informe “Hilos tóxicos: Poniendo la contaminación en desfile”, se ha producido una serie de impactantes imágenes para resaltar la verdad tóxica que se esconde detrás del glamour de la industria de la moda.

2. Es responsable de gran parte de los gases que calientan al planeta

La industria contribuye al 10% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero sólo teniendo en cuenta la etapa de producción (es decir, fabricar la fibra, preparar el hilo, teñir y terminar detalles.) 

Si además sumamos la huella que genera transportar la mercadería, su incidencia aumenta todavía más pues hay que añadir 16 millones de toneladas de CO2 que llegan a la atmósfera.

3. Contamina los mares

Como mencionamos en el punto 2, la mayor parte del material que utiliza la moda rápida para sus prendas son fibras sintéticas como, por ejemplo, el poliéster. De este total, 64% provienen de combustibles fósiles como el petróleo que, en cada lavado, desprende microplásticos.

Esos milimétricos residuos que genera la ropa sintética durante la fricción del lavado llegan a través de las aguas residuales a ríos y mares, agravando la contaminación plástica que ya es un enorme problema mundial.

4. Las condiciones de trabajo que ofrece el fast fashion agudizan la desigualdad social

Es sabido que las empresas de esta industria abaratan sus costos en base a contratar a trabajadores y trabajadoras por bajos sueldos y en condiciones que están lejos de ser ideales.

Sólo por mencionar un ejemplo, en Bangladesh la industria textil (que abastece a marcas, entre otras) emplea a 4,5 millones de personas, en su mayoría mujeres. Sin embargo, nueve de cada diez trabajadoras no costear alimentos suficientes para ellas y sus familias.

5. Es fuente constante de “basura” para el planeta

Esta industria está pensada para que uses unas pocas veces cada remera o pantalón y los deseches rápido, de manera que siempre estés comprando cosas nuevas. Para lograr esto, han pasado de ofrecer dos temporadas -las clásicas primavera/verano, otoño/invierno- a sacar 50 micro temporadas por año.

De esta manera, incentivan el “compre y tire” acelerando los ciclos al punto que las propias marcas se deshacen de sus colecciones o bien tiran las devoluciones, completamente nuevas. ¿El resultado? Montañas de basura que contaminan el aire y las aguas subterráneas, desde el desierto de Atacama a países como Ghana.

A lo que hay que sumar las prendas que desechan los mismos compradores porque se han roto o sólo han dejado de estar en tendencia y el rol nulo que tiene el reciclaje de textiles en el mundo.

6. Hace un uso excesivo y negligente del agua -y éste es un recurso que escasea cada vez más-

No es ningún secreto que son miles los litros de agua que se requieren para la confección de una camiseta de algodón o un pantalón de jean, considerando desde la producción de la fibra hasta el teñido y el acabado. 

Al mismo tiempo, las aguas residuales de la industria llegan a los ríos y arroyos y las contaminan con los productos químicos que se utilizan para teñir o estampar.  

Este impacto enorme sobre este bien común que es de por sí escaso es otro motivo para pensar dos veces antes de comprar ropa que, encima, usarás poco y terminará en la basura pronto.

Con todo esto no queremos quitarle la diversión al momento de crear tu outfit y mostrar tu personalidad a través de cómo vistes. 

Greenpeace y GEOlino organizan una fiesta de intercambio de ropa para niños, para hacer una declaración conjunta contra la industria del fast fashion. Bajo el lema “Chaqueta por pantalón”, el 1 de julio de 2023.

Por el contrario, se trata de explorar todas las formas que existen de encontrar la indumentaria (tiendas de usado, intercambio con amistades, marcas éticas, etc.) que mejor expresa tu singularidad mientras cuidas al planeta.

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