Para frenar las verdaderas causas del cambio climático la humanidad tiene que decidirse a dar un cambio de rumbo drástico y empezar a obrar de manera distinta a la que el sistema capitalista nos acostumbró. 

Todas las actividades que desarrollamos tienen que redefinirse bajo un nuevo paradigma que deje de lado el extractivismo, la generación de riqueza solo para unos pocos, el crecimiento continuo del mercado, etc. 

Para darnos a la tarea de restauración y regeneración necesitamos empezar a contarnos la historia de otra manera. Está comprobado que hasta ahora el márketing del cambio climático ha sido muy pobre y que la forma en que llamamos a los problemas actuales nos aleja de entenderlos y, aún más, de hacer algo para revertirlos. 

En esta nota vamos a abrir el debate sobre un concepto que repetimos a menudo y que, sin darnos cuenta, sella un sentido sobre las cosas que favorece al estatus quo y hace que nada cambie.

Cuando las olas de calor (y frío) ya no se van, ¿siguen siendo olas?

Este verano Argentina fue el más claro ejemplo de que la crisis climática no es algo que acontecerá en el futuro sino que ya está instalada con toda su fuerza en nuestro presente. Las temperaturas extremas en esta temporada estival fueron la norma (y no la excepción) en gran parte del territorio. 

Desde los medios de comunicación no se cansaron de hablar de olas de calor cada vez que el termómetro llegaba a nuevos récords durante varios días consecutivos. Sin embargo, ante esta triste y nueva normalidad, creemos que este interrogante que plantea Jorgela Hiba, periodista ambiental y directora de la web Dos Ambientes, es muy acertado:

Sin dudas, el concepto “ola de calor” remite a algo pasajero que irrumpe y luego se retira sin consecuencia alguna. Entonces, podemos deducir, no hace falta que hagamos nada al respecto. Sólo soportar la anomalía y esperar a que se vaya así como llegó. Nada de qué preocuparse. ¿De verdad? 

Es ahí donde radica el peligro de esta metáfora, que busca calmar cualquier inquietud y anestesiar toda reacción. Desarmar este sentido impuesto por años y años de repetición es más que importante.

Un usuario que se sumó a este debate también aportó su opinión:

Salir de frases hechas debería ser el primer paso para llamar a las cosas por su nombre. Entonces, deberíamos dejar de decir ola de calor y hablar de que los veranos seguirán siendo así de ahora en más producto del cambio climático. Y que los cuidados que la población debe tener durante una “ola de calor” (hidratación, no hacer deporte en horas pico, etc.) tienen que darse todos los días.

Este ejercicio de reflexión abre las puertas a nuevos interrogantes. ¿Qué temas habría que informar si saliéramos del piloto automático del lenguaje? ¿Cuántas personas ganarían una nueva conciencia ante los peligros que implica la crisis climática? 

Lo que está claro es que el nuevo mundo que debemos crear necesita de nuevas narrativas que nos den fuerzas para transformarlo todo.