25 de enero de 2023. En marzo de este año, el presidente del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), Houesung Lee, durante la presentación de su Informe de Síntesis del Sexto Informe de Evaluación, aseguró que es urgente combatir la crisis climática que azota al planeta. “La incorporación de una acción climática eficaz y equitativa no sólo reduciría las pérdidas y los daños para la naturaleza y las personas, sino que también aportaría mayores beneficios” y su llamado apuntó a que los países tomen medidas más ambiciosas y con real sentido de urgencia.

En este escenario de presión mundial por dar con alternativas sustentables, el hidrógeno verde aparece como el “gran salvavidas” para alcanzar las metas de descarbonización y desfosilización de la matriz energética. Y las “hojas de ruta” para su producción consideran el potencial de producción de otros países, entre los que se cuenta Chile. 

Tomando la delantera con respecto a esta demanda, en noviembre del 2020, el gobierno de Sebastián Piñera presentó la “Estrategia Nacional de Hidrógeno Verde”, que fijaba metas y objetivos para posicionar nuestro país como líder en esta industria, entre los que se incluyó producir el hidrógeno de menor costo del mundo para 2030. La posta, enseguida, la tomó el gobierno de Gabriel Boric, que se encuentra elaborando el “Plan de Acción para el Hidrógeno Verde” que definirá acciones y establecerá un orden para su ejecución, y que se encuentra en fase de Consulta Pública.

“Nuestra proyección es ser de los productores de hidrógeno verde con los precios más competitivos del planeta al 2030”, afirmó durante su gira en Europa, el presidente Boric. “Sabemos que el hidrógeno verde se puede producir en muchas partes, pero creemos que, justamente por las condiciones naturales por las que hemos sido bendecidos, podemos ser de los países más competitivos”, expuso.

Pero esta demanda, cuya etapa es incipiente, y la presión continua por posicionarse en el liderazgo, presenta dudas y riesgos en materia ambiental. Y discutir estas potenciales amenazas fue el objetivo del último seminario organizado por Greenpeace, en el que participaron miembros de la academia, Fundación FIMA y AIDA, Panel Ciudadano sobre el Hidrógeno  de Magallanes y  Mujeres en Zonas de Sacrificio en Resistencia de Quintero – Puchuncaví.

El riesgo de ceder

Estefanía González, subdirectora de Greenpeace Chile, opina que uno de los principales riesgos ambientales, “es que en la presión por cumplir las expectativas de los mercados y responder a las metas internacionales sobre volumen de producción, nuestro país pase por alto la institucionalidad y se proponga la construcción de mega proyectos invasivos. Es decir, que por aprobar rápido y disminuir costos, se dejen pasar cuidados ambientales importantes para la preservación de ecosistemas y biodiversidad, y se siga pensando en escalas de intervención que transforman los territorios en zonas de sacrificio”.

La representante de las Mujeres en Zonas de Sacrificio de Puchuncaví, Katta Alonso, señaló que “en la bahía de Quintero sabemos de las externalidades negativas del hidrógeno verde: es inflamable, es explosivo y ocupa grandes volúmenes de agua potable. En la zona de Quintero – Puchuncaví el 80% de la población no cuenta con este recurso y ya tenemos altos índices de niños intoxicados por gases tóxicos”.

Desde la academia, Beatriz Bustos, doctora en Geografía de la Universidad de Syracuse y profesora de la Universidad de Chile, explica que, “las mismas grandes compañías detrás del petróleo están buscando expandir el hidrógeno verde.Son las grandes compañías energéticas que están cambiando una fuente por otra y lo que buscan es mantener los modelos de mercado”. De ahí que sea importante que existan este tipo de espacios para el debate, “para definir lo que queremos y que nos sirve como país sobre este tipo de generación”, añade.

Cuidar el territorio

Para producir hidrógeno, se requiere intervenir la partícula de agua para separarla de los átomos de oxígeno. Esto se logra mediante un proceso de electrólisis que, a su vez, requiere de gran volumen de electricidad. Para que el hidrógeno se considere verde, la fuente de esta energía debe ser renovable, como la eólica o la solar. 

“Para producir a gran escala, se requiere construir este tipo de generadores a un nivel hasta ahora desconocido en Chile, que involucra miles de kilómetros cuadrados de gigantescos aerogeneradores y parques fotovoltaicos, desalinizadoras de agua y plantas de hidrólisis, construcción de puertos, plataformas, caminos, líneas de alta tensión y barcos cargados de amoníaco, navegando en costas y bahías, lo que inevitablemente van a alterar territorios, comunidades y biodiversidad”, asegura González, de Greenpeace. 

Gabriela Simonetti, secretaria del Panel Ciudadano sobre el Hidrógeno  de Magallanes, cuestionó los proyectos e indicó que “en la región, la intención es explotar un territorio para abastecer a otros. Se nos está promoviendo como una zona productora  de hidrógeno  para exportar a Europa y no se ha transparentado dónde, cuándo y a qué escala se va a producir para cumplir la meta de levantar Chile como el mayor exportador del mundo”.

El Coordinador de Áreas de Proyectos de FIMA, Felipe Pino, agregó que “a pesar de ser una actividad basada en energías renovables, el hidrógeno verde implica un uso intensivo del suelo. Miles de hectáreas son necesarias y en ese sentido una industria sustentable debiese tener un ordenamiento territorial ecológico. La agenda sobre hidrógeno verde en nuestro país no está acompañada de ese ordenamiento, y ese es el primer paso para prevenir los impactos detrás de esta industria”

La organización regional Asociación Interamericana para la Defensa del Ambiente, AIDA, también mostró su preocupación por Chile.  El abogado de esta ONG, Diego Lillo, dijo que “ésta transición energética está muy entregada a la iniciativa del mercado. El gran temor es que se empiecen a replicar modelos de extractivismo como los que ya conocemos y con los que ya hemos sufrido, por ejemplo a través de las zonas de sacrificio, las que podrían replicarse para cumplir con las metas de producción y exportación propuestas por el gobierno”.

“Es necesario que el debate incluya estos efectos. Que se pregunte cómo será vivir en un territorio que se dedique a la producción industrial del hidrógeno verde”, sentenció Estefanía González, de Greenpeace.