Este 21 de marzo se celebra el Día Internacional de los Bosques, fecha que busca generar conciencia de la importancia de estos ecosistemas en la vida de las personas y los esfuerzos que las sociedades deben emprender para protegerlos.

En 2012, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 21 de marzo como Día Internacional de los Bosques, con el objetivo de resaltar su importancia para la humanidad, a la vez que se genera conciencia respecto de ellos y su valor. Chile, en su larga y diversa morfología, tiene la fortuna de contar con distintos tipos de bosques, los que son hábitat de una gran cantidad de especies, contribuyendo profundamente a la calidad de vida de todas las personas y especies que habitan en torno a ellos.

Dominique Charlin, vocera de Greenpeace, reflexiona sobre la importancia de este tipo de conmemoraciones, en un contexto de crisis climática agravada por la enorme velocidad de deforestación -ya sea por decisiones ‘productivas’ o por incendios- en el planeta: “Este año, el llamado de la ONU es a innovar y utilizar los avances tecnológicos en la protección de estos ecosistemas. Se estima que cada año se pierden del orden de 80 millones de hectáreas de bosques en el mundo, lo que no sólo es grave por la pérdida de esa biodiversidad, sino también por el valor de estos complejos ecosistemas en nuestras vidas y su rol en la mitigación de los efectos de la crisis climática”, comenta la vocera de Greenpeace.

Alejandro Miranda, investigador del laboratorio de Ecología del Paisaje y Conservación del Departamento de Ciencias Forestales, de la Universidad de La Frontera, considera que los bosques nativos son parte del patrimonio natural y nacional de un país, al contribuir con funciones no sólo transaccionales (como la venta de leña o frutos que de ellos emanan), sino que también el ciclo vital de la naturaleza. 

“Su importancia es apreciable bajo distintos puntos de vista: por una parte, desde su valor intrínseco como formas de vida que han evolucionado por millones de años, pero también, por sus contribuciones al funcionamiento de las sociedades, gracias a, por ejemplo, la producción de oxígeno; el acceso a agua limpia y abundante, así como por ser grandes reguladores de los ciclos hidrológicos y meteorológicos (estos ecosistemas influyen en la reducción de la erosión del suelo y la sedimentación de los canales, a la vez que favorecen la recarga del agua subterránea y contribuyen al reciclaje del agua atmosférica); también son contenedores de la mayor biodiversidad del mundo, y tienen una tremenda capacidad para almacenar carbono, entre otras funciones”, destaca Miranda.

Según el Catastro Vegetacional de Conaf al año 2021 la superficie cubierta de bosques representaba el 23,8% del territorio nacional con 18.030.735 hectáreas: de éstas el Bosque Nativo alcanzaba 14.737.486 hectáreas, lo que representaba el 81,74% de los recursos forestales del país. 

“Hoy, algunas de sus grandes amenazas responden a la degradación de los bosques, pero también los incendios y la perturbación posterior a ellos”, asegura Miranda y añade que estos ecosistemas “tienen la capacidad de recuperarse después de un incendio, pero si se extrae la madera que queda después de un siniestro (el llamado ‘madereo de rescate’), eso imposibilita su recuperación”, expresa el también investigador del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2) y del Center for Fire and Socio ecosystem Resilience (FireSES), U. Austral de Chile.

Según el investigador, y considerando la enorme cantidad de incendios que cada año se enfrenta en el país, es urgente avanzar con celeridad en una legislación coherente en la materia, que busque de forma prioritaria detener la pérdida de bosque nativo y prohíba prácticas de aprovechamiento económico tras los siniestros: “La Ley de incendios que hoy se discute en el Congreso podría avanzar en esta materia, poniendo el foco en la recuperación o restauración ecológica de los bosques nativos siniestrados, y no, como ocurre con la actual política forestal, favoreciendo la degradación de áreas de alto valor de conservación”, advierte Miranda.

Principales tipos de bosques en el país

Cuando pensamos en bosques chilenos, la imaginación viaja a los bosques del sur del país, donde predomina un verde intenso y destacan grandes (muchas veces milenarios) árboles. Sin embargo, no son los únicos. Dominique Charlin observa que no existe sólo una definición para los bosques. “Es importante entender que hay distintas formas de clasificar estos ecosistemas, por lo que los parámetros para considerar una formación de árboles y arbustos como un bosque va a depender de su extensión, de su ubicación y clima, de las especies que contiene, de su altitud, de su follaje, entre tantos otros criterios”, explica Charlin.

Bosques áridos: Tamarugos. En la región de Tarapacá (a más de 1.000 msnm) se alza la Pampa del Tamarugal, un bosque de tamarugos, especie endémica y en peligro de extinción, que, pese a las adversidades climáticas de la zona, su aridez y la enorme radiación solar, logra sobrevivir gracias a las napas freáticas, que acumulan de manera subterránea las lluvias altiplánicas cada verano. 

Bosque húmedo relicto en el Parque Nacional Fray Jorge. Bosque de características siempreverde (tipo valdiviano) ubicado en la región de Coquimbo, particularmente, en el cordón de cerros de la cordillera de la Costa conocido como Altos de Talinay. Se caracteriza por ser el remanente más al norte del bosque valdiviano, quedando aislado del resto del bosque templado por la desaparición de estos producto del fin del último periodo glacial.

Este ecosistema se mantiene gracias a un fenómeno climático particular, que es la condensación de la niebla costera (camanchaca), la que crea un microclima particular que mantiene las características del bosque.

Bosque esclerófilo. Este ecosistema se distribuye en Chile central dentro de una región dominada por un clima de tipo mediterráneo, el que sólo está presente en cinco áreas en el mundo (California, costa mediterránea europea, Australia, Sudáfrica y en Chile). Es caracterizado por contar con una gran diversidad de formas de vida, desde arbustos espinosos hasta especies arbóreas esclerófilas y laurifolias.  Al estar flanqueado por la cordillera de los Andes al este y el océano Pacífico en el oeste, se considera una ‘isla biogeográfica’​, razón por la que presenta un elevado endemismo. Estas zonas de clima del Chile central, han sido severamente impactadas por actividades antrópicas directas, entre las que destacan las talas, incendios y el pastoreo, y otras indirectas, tales como la herbivoría generada por el conejo europeo, provocando que cambien radicalmente los ecosistemas originales “Existe mucha evidencia científica que da cuenta que en Chile, los bosques esclerófilos son uno de los que más se han visto afectados en el país y los que presentan mayor degradación y alteración de su composición y estructura original”, comenta Dominique Charlin al respecto.

Bosque templado valdiviano. Es una ecorregión caracterizada por tener bosques siempre verdes de múltiples estratos en un clima templado-lluvioso u oceánico, el único de estas características en Sudamérica. Entre las especies arbóreas que se pueden encontrar en este ecosistema, destacan los arrayanes, olivillos, alerces y coigües, entre muchos otros. También es posible encontrar fauna nativa, endémica y en distintos grados de conservación (las que van desde en peligro crítico, en extinción, vulnerable, amenazada o con un menos grado de preocupación) entre las que destacan especies como los huemules, pudú, monitos del monte, ranitas de Darwin, bandurrias y loros choroy.

Bosques de Alerces milenarios. El alerce es un árbol siempreverde endémico de los bosques templados sudamericanos, presente principalmente en Chile y en menor proporción en Argentina. Aunque alcanza una altura de hasta 45 metros, es de lento crecimiento: comienza a reproducirse (floración y esparcimiento de semillas) entre los 20 y 40 años. Es la segunda especie arbórea más longeva existente en el mundo. En Chile se le declaró “monumento natural” en 1976, para protegerlo de la tala indiscriminada y, en la actualidad, de una superficie total de 264.993 hectáreas de bosques de alerce, 47.395 se encuentran protegidas en Reservas y Parques Nacionales, lo que constituye un 17,9% de su superficie total.

“Debemos ser capaces como sociedad de proteger estos ecosistemas únicos y de enorme valor ambiental y social. La triste realidad es que debido a la acción humana e industrial, se están degradando de forma acelerada: la industria inmobiliaria con la parcelación de bosque nativo, la deforestación por agricultura, la minería con la irrupción de grandes maquinarias, la mala gestión del recurso hídrico y el sector forestal con sus monocultivos están generando un gran perjuicio a uno de los pocos reductos frente a la crisis climática”, concluye Dominique Charlin.