Te traemos ideas para inspirarte y seguir rompiendo nuevos niveles en tu estilo de vida sustentable.

1. Comer distinto puede cambiarlo todo

De ahora en más, recuerde: lo que elegimos para cocinar y comer cada día  tiene la capacidad de reconfigurar las relaciones que los productores tienen con la tierra. Así es como algo cotidiano se puede convertir en un hábito revolucionario. 

Si empezamos a consumir frutas y verduras que son de la época que corresponde y privilegiamos los producidos en la región en vez de los importados, ayudamos a cambiar las formas en que tratamos a nuestro suelo y nuestros recursos, colaborando a que la agricultura sea más respetuosa y aporte a la regeneración. 

Pensar la alimentación fuera de lo que el mercado impone puede cambiar de raíz una industria que se convirtió en una de las más contaminantes. Además de tener un potencial sabroso: el de hacernos descubrir la diversidad de sabores que la naturaleza y de defender la identidad culinaria.

2. Ser turista responsable

Viajar y conocer lugares nuevos es una de las experiencias más interesantes que podemos hacer. La buena noticia es que también esta pasión puede disminuir su huella ambiental. 

Sin duda, si puedes elegir viajar en otro medio que no sea el avión -o disminuir los vuelos que haces al año- estarás marcando la mayor diferencia de todas. 

Luego será el momento de elegir tu hospedaje y tours considerando sus criterios ambientales (o la ausencia de ellas). Para hoteles, por ejemplo, si tienen políticas de uso de agua y manejo de aguas residuales (todos deberían tener esta información a la mano para entender el impacto que generan sobre los lugares que están construidos). 

Por último, llevar tus hábitos responsables de consumo a tu destino hará que el impacto sobre el sitio que se visita sea el menor posible. 

Explorar, conocer y disfrutar van de la mano con cuidar a nuestro planeta 🌎🙂.

Familia en parque eólico.

3. Resetear el guardarropa en forma sustentable 

Las marcas de ropa -aún las que más pregonan sobre estar haciendo las cosas bien para el planeta- están fallando. Esto hace que producir indumentaria sea la segunda actividad más contaminante, después de la automotriz. 

Ante este dato, lo mejor que podemos hacer es desacelerar su consumo. Y esto se logra explorando nuevas opciones y divirtiéndote en el proceso. Usar lo que ya se tiene, intercambiar con amistades, visitar tiendas de usado (tanto físicas como on line), reparar, salirse del mandato de las tendencias que caducan rápido, heredar prendas y recircular lo que ya no uses.

4. Romper los mandatos estéticos del paisaje

Vivir en la ciudad no es sinónimo de estar separados de la naturaleza. Sólo basta bajar un poco la velocidad y empezar a apreciar con más detalle el lugar que habitamos para darnos de todo el verde y los seres que nos acompañan en medio del cemento. 

Te proponemos prestar atención a las plantas que nos circundan y a la vegetación nativa que crece entre las baldosas, en los baldíos, parques y canteros. Hay mucho por conocer en medio del cemento. 

5. Crear hábitats para polinizadores

Colaborar para cuidar a los insectos y animales que se encargan de polinizar las plantas y que hacen posible que exista 35% de los cultivos alimentarios del mundo está en nuestras manos.

Para compensar las prácticas que ponen a estas criaturas en peligro, si tenés jardín evita el uso de pesticidas. En balcones, ventanas y parques, planta diversidad de plantas nativas e instala “hoteles de insectos” (hogar de insectos benéficos como crisopas, avispas, abejas, mariquitas y abejorros encontrarán allí un buen alojamiento que polinizan las plantas y controlan la presencia de plagas, colaborando en la sanidad del jardín y la huerta).

6. Apoyar proyectos liderados por mujeres que recuperen el tejido social y la tierra

Retomamos esta idea fuerza“la situación del campo sólo la va a cambiar el poder de consumo” que dijo Felipe Roa-Clavijo, doctor en Desarrollo Internacional de la universidad de Oxford, a América Futura del diario El País para entender que cada elección cuenta

Por ejemplo, si estás en Colombia y comes los chips de ñame de las mujeres de los Montes de María apoyás no sólo la restitución del tejido social de un territorio arrasado por la guerra y contribuyes a la recuperación del bosque húmedo. 

O bien si se compran las prendas de vestir hechas de sombrillas recuperadas de Romina Palma, de Cazaparaguas en Argentina, se respalda a un emprendimiento que fomenta la educación ambiental comunitaria a través del oficio textil. 

Ése es el poder del que habla el especialista de Oxford. A hacerlo valer 💪.

7. Consumir menos carne vacuna

La carne de res tiene un impacto climático mucho mayor que cualquier otro alimento que consumimos de manera habitual. Para mejorar esta huella no hace que renuncies por completo a las hamburguesas, alcanza con comenzar poco a poco a intercambiando una porción de carne de res cada semana por una porción de pollo: ¡ahorrarás 0.71 toneladas de CO2 al año por persona!

8. Comer más plantas (y hongos), y menos productos de origen animal

Relacionado con lo anterior, incorporar platos con mayor enfoque en plantas y hongos sin importar en qué punto te encuentres en tu camino hacia un estilo de vida más amigable con el clima es siempre la mejor opción posible. 

Así, con un cambio sutil estarás reduciendo tu consumo de productos de origen animal lo que significa de por sí un aumento de tu impacto positivo.

9. Empezar a compostar

En la medida del espacio que tengas y sin necesidad de dedicar enormes cantidades de tiempo, no dudes en comenzar tu propio sistema de compostaje en casa, o investigar sobre los puntos comunitarios de compostaje cercanos. Si no hay opciones disponibles, busca alguna organización sin fines de lucro o ciudadanos que aboguen por aumentar las opciones de compostaje en tu área.

Con este hábito, se reducen a la mitad los residuos que van al relleno sanitario, se ahorran emisiones de metano y se fomentan suelos saludables. ¿Qué más pedir?  

10. Reducir el uso de plásticos

La producción mundial de plástico se duplicó entre 2000 y 2019, alcanzando los 460 millones de toneladas (Mt) anuales,

Reducir el uso y el impacto que los
plásticos tienen sobre los ecosistemas es responsabilidad de todos, principalmente de las administraciones públicas y las
empresas fabricantes.

Y desde la ciudadanía podemos formar parte del cambio. ¿Cómo? Informándonos e incorporando hábitos más sostenibles en nuestro consumo. Con esta Guía de Greenpeace puedes reducir paso a paso el uso de plástico en tu vida cotidiana.

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