Pingüino Penacho Amarillo © Roberto Isotti / A.Cambone / Homo ambiens / Greenpeace

Pueden ser monógamos, migrar miles de kilómetros y funcionan como bioindicadores. Greenpeace explica por qué los pingüinos no solo fascinan, también alertan sobre la salud del planeta.

Buenos Aires, abril 2025 – Cada 25 de abril se celebra el Día Mundial de los Pingüinos, una oportunidad para volver la mirada hacia el mar y recordar por qué estas aves marinas no solo despiertan admiración, sino que también cumplen un rol ecológico fundamental. En las costas argentinas y sus islas cercanas habitan varias especies de pingüinos, cuyas particularidades revelan tanto su extraordinaria adaptación a la vida marina como la fragilidad de los ecosistemas que integran.

Pingüino Rey © Martín Katz / Greenpeace

Entre los más conocidos se encuentra el pingüino de Magallanes (Spheniscus magellanicus), que se distribuye en lugares como Península Valdés, Punta Tombo, Puerto Deseado y Tierra del Fuego. Estas aves, de plumaje blanco y negro con un característico arco oscuro que va desde el ojo hasta la garganta, son migradoras incansables: cada año viajan hacia las costas de Uruguay y Brasil, y regresan para reproducirse. Lo notable es que muchas veces lo hacen en el mismo nido, reencontrándose con la misma pareja luego de meses en alta mar. Macho y hembra comparten la incubación de los huevos, lo que convierte a esta especie en un símbolo de cooperación.

Pingüino Magallanes Punta Tombo  © Osvaldo Tesoro / Greenpeace

Más al sur, el pingüino penacho amarillo del sur (Eudyptes chrysocome) llama la atención con su distintiva cresta de plumas doradas sobre los ojos. Se los puede ver en Puerto Deseado, Tierra del Fuego, las Islas Malvinas e incluso en islas subantárticas. Son monógamos y, como otros pingüinos, poseen varias capas de plumaje que les permiten resistir las bajas temperaturas extremas. Su aspecto extravagante y su capacidad para criar en terrenos rocosos los convierten en una de las especies más llamativas del hemisferio sur.

Pingüino  de Magallanes en Tierra del Fuego © Martín Katz / Greenpeace

En ese mismo territorio se encuentra también el pingüino papúa (Pygoscelis papua), una especie menos conocida pero con marcas bien particulares: cabeza negra, anillos oculares blancos, patas rosadas y pico anaranjado. Viven en colonias que pueden alcanzar hasta 6000 parejas, lo que parece mucho pero es pequeño si se lo compara con otras especies. Son excelentes nadadores y pueden alcanzar velocidades superiores a los 30 km/h, lo que los convierte en uno de los pingüinos más veloces del mundo.

Por último, el pingüino rey (Aptenodytes patagonicus), que habita principalmente en islas subantárticas, impone respeto por su tamaño y apariencia: puede medir hasta 90 centímetros de altura y pesar más de 15 kilos. Su plumaje muestra parches auriculares y una mancha naranja intensa en el pecho. A menudo confundido con el emperador, esta especie también forma parte del delicado equilibrio antártico.

“Los pingüinos son verdaderos bioindicadores: su salud y comportamiento nos dan pistas claras sobre el estado del ambiente marino. Son como termómetros naturales que nos alertan cuando algo está fuera de balance”, explicó Matías Arrigazzi, especialista en biodiversidad y cambio climático de Greenpeace Argentina.

A pesar de su capacidad de adaptación, las poblaciones de pingüinos enfrentan hoy múltiples amenazas. La sobrepesca reduce la disponibilidad de alimento, los plásticos y los derrames de petróleo afectan directamente sus cuerpos y hábitats, y el cambio climático altera sus ciclos migratorios. Además, muchas colonias se ven afectadas por el avance de obras o actividades humanas mal planificadas.

“Proteger a estas especies no es solo una cuestión de admiración por su belleza o comportamiento. Es una necesidad ecológica urgente. Los pingüinos son reguladores de poblaciones de las especies que consumen y, a su vez, son alimento de otras especies del ecosistema. Cuidar a los pingüinos es cuidar el océano.”, agregó Arrigazzi.

Punta Tombo: a días de una audiencia clave por la masacre de 2021

Pingüino Papúa © Martín Katz / Greenpeace

El miércoles 7 de mayo se llevará adelante en la ciudad de Trelew (Chubut) una nueva audiencia en el marco del juicio por la masacre de pingüinos en Punta Tombo. En esta instancia se debatirá la apelación del fallo de primera instancia solicitada por la defensa de Ricardo La Regina, condenado en noviembre de 2024 por crueldad animal y daño ambiental agravado.

Greenpeace acompañará esta audiencia para sostener la sentencia histórica, en la que se acreditó la responsabilidad del acusado por el desmonte de flora nativa y la apertura ilegal de caminos mediante el uso de maquinaria pesada, lo que produjo la destrucción de nidos, la muerte de más de un centenar de pingüinos y el daño a una colonia entera en plena temporada reproductiva. 

“​El juicio resaltó la oportunidad de reflexionar sobre la importancia de proteger la flora y la fauna frente a actividades humanas irresponsables. El mensaje que dejó este caso fue contundente: la destrucción del ambiente y el daño a la fauna no quedaron impunes. Seguiremos trabajando, en esta instancia, para defender la sentencia que comprende un avance histórico para la protección de la biodiversidad y la conservación de la naturaleza sobre los intereses individuales”, finalizó Arrigazzi.