Cristian, Ayelén y Ramiro, voluntarixs de Argentina, se embarcaron en el Esperanza, de Greenpeace, con motivo de nuestra campaña para salvar el mar argentino de la industria pesquera y en esta nota Ayelén te cuenta cómo transcurrieron sus días en altamar.

En el mes de noviembre nos subimos al barco Esperanza, pero la historia empezó antes.

Habíamos vuelto de Montevideo un día viernes y el sábado por la tarde nos llamaban desde la oficina de Greenpeace para preguntarnos si podíamos embarcarnos hasta Puerto Madryn:

  • “Eh? Si, obvio…pará! Cuándo? 
  • El domingo al mediodía tenés que estar en Bs As
  • (Wow!) Si, meto la ropa (que acabo de lavar) en la mochi (que acabo de vaciar) y voy.” 

Dentro nuestro, un torbellino: ¿Lavo la ropa o le doy de comer a la perra o le aviso a mi jefe? Todos detalles, la fórmula que quieras pero no había mucho para dudar.

Fue un viaje con muchas primeras veces: primer viaje en un buque de GP, primer encuentro con el mar, promesa de ver ballenas por primera vez, y lo vivimos con mucha ansiedad. 

A algunxs integrantes de la tripulación ya lxs conocíamos y todxs nos recibieron con los brazos abiertos y mucho amor. Durante el viaje a Madryn nos fuimos acostumbrando a los horarios del buque y dividimos nuestra estadía entre lo que hacíamos durante el día y lo que pasaba por las noches.  A la luz del sol entrenábamos con los botes del Esperanza y con parte de la tripulación, que se estaba preparando para lo que venía después en Altamar. Había que testear, preparar y re testear los materiales para las futuras actividades y dar una mano en lo que se necesitara en el barco.

Una mañana tuvimos mal clima, así que ese día no se hacían las tareas diarias de limpieza matutina porque el barco se movía para todos lados. Yo me hice el canchero limpiando y a penas terminé de limpiar, me sentí mal y terminé corriendo al baño jajaja” Rama.

Por la noche teníamos tiempo para distendernos, y en el hangar escuchábamos tocar a la banda a bordo, formada por integrantes de la tripulación; o jugábamos al UNO, a pesar de que costaba ponerse de acuerdo con las reglas, obvio!. También descubrimos que el truco no solo es argentino y que hay diferentes maneras de jugarlo y llamarlo. ¡También una noche organizamos karaoke!

Durante todo el tránsito vimos muchas especies de la fauna local. Nos acompañaron casi todos los días delfines, diferentes aves (albatros, petreles), pingüinos. Una tarde bajamos dos botes y fuimos a una playa llena de familias de lobos marinos. Son super juguetones y curiosos, se nos acercaron en cuanto nos vieron. Y en el último atardecer antes de tocar puerto en Madryn vimos ¡ballenaaaaaas! Pasaron a lo lejos, pero estuvimos casi todxs en el helipuerto del barco durante mucho tiempo viéndolas y buscándolas una y otra vez. 

Lo que no sabíamos era que el mismo día en el que teníamos que volver a casa las íbamos a volver a ver y super super cerca. Ese momento fue increíble, emocionante. 

“Cuando hicimos el avistaje de ballenas ni el frio nos detuvo, fue algo hermoso”, Rama.

Al verlas, tenerlas tan cerca, notarlas enormes y vulnerables lo primero fue emocionarse y no entender… Preguntarnos ¿cuán destructiva puede ser la ambición de las personas? ¿Hasta dónde pueden llegar cegadxs por intereses individuales si nadie pone un freno?

“Fue una experiencia, que me dejó sin palabras y no quiero sonar repetitiva, pero fue increíble. Fue movilizante, enriquecedor, único, renovador porque es mucha la energía que te deja dentro. Fue hermoso reencontrarme con el Espy -nombre que se utiliza internamente para mencionar al barco Esperanza- que nos dejó tantos buenos recuerdos años atrás en su visita a Buenos Aires y también conocer personas nuevas con experiencias de otras oficinas.” Aye, voluntaria de Buenos Aires

Cristian a bordo de nuestro barco Esperanza

Siempre me atrajeron las acciones de Greenpeace en pro de la vida acuática y haber podido vivir esta experiencia para mí fue un sueño hecho realidad. Conocer y encontrarme con tantas personas de distintas partes del mundo (Chile, España, Alemania, Francia, etc.) que aman lo que hacen, me hace dar cuenta que no todo está perdido que aunque los malos tengan el poder, nosotros tenemos la pasión, la verdad, los ideales que jamás van a poder comprar y sobre todo nos tenemos unos a otros y juntos somos imparables.” Cris, voluntario de Rosario, Santa Fe.

Desde el equipo de voluntariado estamos muy felices de que Aye, Rama y Cris hayan podido vivir esta experiencia y no queremos dejar de agradecerles por todo lo que dejaron y dejan día a día para apoyar nuestras distintas campañas. ¡Lxs queremos!

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