El caso de la masacre de pingüinos en la Reserva Punta Tombo de Chubut no sólo representa un acto de violencia contra la naturaleza, sino que también subraya la importancia de avanzar en figuras del delito ambiental que terminen con la impunidad de estas acciones contra los ecosistemas.

© Laura Reyes y Pablo Borboroglu

La colonia continental de pingüinos de Magallanes más grande del mundo está en Argentina, en la Reserva Natural de Punta Tombo (Chubut). Allí, durante la época de reproducción se pueden encontrar 200.000 parejas reproductivas, cuyo ​estado de conservación casi amenazado (NT) según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. 

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Los pingüinos de Magallanes destacan por su habilidad para nadar y pasan la mayor parte de su tiempo en el mar en busca de alimento.  Aunque torpes en tierra debido a su adaptación al medio acuático, muestran una notable conducta social durante el apareamiento y la crianza. La vida en colonias proporciona protección contra depredadores terrestres y facilita la búsqueda de alimento en el mar.

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Aunque viven en grupos, los pingüinos de Magallanes son territoriales, especialmente cuando defienden sus nidos durante la temporada de reproducción. Durante este tiempo, forman parejas monógamas que regresan al mismo nido año tras año. Los nidos pueden ser cavidades en el suelo blando o debajo de arbustos o vegetación para incubar sus huevos, que suelen ser dos por pareja. Ambos miembros de la pareja se turnan para el cuidado parental de los polluelos una vez que eclosionan. El proceso de reproducción generalmente comienza en septiembre u octubre, y los polluelos alcanzan la independencia hacia febrero.

Un acto atroz que constituye un ecocidio

© Laura Reyes y Pablo Borboroglu

Lamentablemente la Reserva Punta Tombo fue el lugar donde se produjo un ecocidio grave e irreversible contra la biodiversidad, los ecosistemas y los derechos de la naturaleza. 

Entre agosto y noviembre del 2021 cientos de pingüinos fueron masacrados cuando, sin ningún tipo de autorización ni evaluación de impacto ambiental, una persona aplastó con topadoras y destruyó una zona que debería haber estado protegida (sobre el Área de la Colonia de Pingüinos de Magallanes y la ribera marina Punta Clara).

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Usando una retroexcavadora hizo un trazado para instalar un alambrado de 900 mts, el cual electrificó con un panel solar.  De esta manera no solo realizó desmontes de vegetación nativa y movimientos de suelo sino que destruyó al menos 175 nidos. Además, el alambrado impidió la libre circulación de los pingüinos al encontrarse a una altura inferior a la de esta especie. 

Este hecho ocurrió en el momento crítico del ciclo reproductivo, donde los pichones están eclosionando o tienen muy pocos días de vida, y deben ser alimentados con frecuencia por los pingüinos adultos.

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Desde Greenpeace y junto a Fundación Patagonia Natural y la Asociación de Abogados Ambientalistas presentamos una denuncia penal ante las autoridades de la provincia para hacer justicia y proteger a estas especies. La denuncia presentada señaló la configuración del delito de Crueldad contra los animales (establecido en la Ley 14.346 de Maltrato Animal) y el daño agravado sobre los ecosistemas. Se solicitó la adopción de medidas inmediatas para proteger a los pingüinos afectados. 

© Martín Katz / Greenpeace

Este tipo de masacre constituye un delito penal y debería ser investigado y sancionado como tal. El daño causado es irreversible y por ello también es necesario sancionar un proyecto de ley que incorpore un Capítulo Penal Ambiental en el Código Penal Argentino.

Este 9 de abril las organizaciones querellantes expresamos nuestra profunda preocupación ante una audiencia clave en el caso a cargo de la Jueza Penal Dra. Ana Karina Breckle. La defensa solicitó que el acusado sea sobreseído, minimizando la gravedad de los delitos, empujando la posibilidad de que estos crímenes ambientales queden impunes.

Los pingüinos de Magallanes son una especie emblemática que simboliza la riqueza natural del país y el patrimonio de la biodiversidad. A su vez, aportan enormemente al turismo que deja enormes beneficios en las economías y sociedades regionales. Proteger su población no solo es un acto de justicia ambiental, sino también una responsabilidad compartida para las generaciones presentes y futuras.

Nuestros pingüinos de Magallanes como especies únicas:

© Martín Katz / Greenpeace

El Pingüino de Magallanes, científicamente conocido como Spheniscus magellanicus, es una especie de pingüino perteneciente a la familia Spheniscidae, que habita en las regiones costeras de América del Sur.

Sus principales características son:

-mide entre 60 y 70 centímetros de altura y pesa entre 3 y 6 kg en promedio (tamaño mediano en comparación con otras especies de pingüinos)

-su plumaje es mayormente negro en la espalda y en las alas, contrastando con un vientre blanco y una banda en forma de herradura que cruza su pecho y desciende hacia los flancos lo que le ayuda a camuflarse mientras nada.

-tiene un pico estrecho y puntiagudo de color negro y en la base del pico presenta piel de color rosado. Sus patas son negras y tienen manchas rosadas que están adaptadas para nadar gracias a sus membranas.

Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), la población mundial se estima entre 1,1 y 1,6 millones de parejas, lo que equivale a entre 2,2 y 3,2 millones de individuos maduros. Alrededor de 900.000 parejas se reproducen a lo largo de la costa argentina

-Este pinguino es carnívoro y su dieta se compone principalmente de peces pequeños, como la merluza, sardina, la achoita, el arenque, así como de calamares y crustáceos como el krill. Son cazadores expertos que utilizan su agilidad y capacidad de buceo para capturar presas mientras nadan bajo el agua.

La importancia de Punta Tombo para los pingüinos de Magallanes

© Laura Reyes y Pablo Borboroglu

Son muy pocas las superficies terrestres que presentan las características que necesita el Pingüino de Magallanes para poder hacer su proceso de reproducción.

Tiene que estar alejada de depredadores, donde exista vegetación para camuflar el nido o un suelo blando donde poder cavar una madriguera. Además, debe tener un acceso al mar lo más cercano posible a los sitios de anidación. Esto es porque está documentado que la sobrevivencia de las crías es directamente proporcional a las veces que los padres pueden llevarles alimento y eso depende de la distancia que tienen que recorrer y de la disponibilidad de presas. El océano que está colindante a la colonia debe ser muy productivo en peces, crustáceos y calamares, ya que no solo tiene que sostener a los adultos sino que también la alimentación de las crías.

© Laura Reyes y Pablo Borboroglu

Estas características se vieron por años en Punta Tombo, que se extiende a lo largo de más de 210 hectáreas en la estepa patagónica, ubicándose sobre la costa del Océano Atlántico, en el departamento Florentino Ameghino, a 110 km de la ciudad de Rawson, capital provincial.

Las amenazas a la población de pingüinos en Punta Tombo son diversas y van desde el cambio climático hasta la contaminación por petróleo o la competencia con la industria pesquera que está dejándolos sin alimentos.

Estos factores han contribuido a un bajo éxito reproductivo y una alta mortalidad de los polluelos debido al hambre. Para abordar estas amenazas, se creó el Área Marina Protegida de Punta Tombo, con el objetivo de conservar el hábitat marino-costero clave para la alimentación y el tránsito del pingüino de Magallanes.

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Punta Tombo es un lugar primordial en la reproducción de la especie Pingüino de Magallanes, al sostener una de las colonias reproductivas más importantes a nivel mundial, por esto que cualquier alteración a este ecosistema influye directamente no solo en un par de individuos de la especie, sino que impacta en la continuidad a lo largo del tiempo de este pingüino alterando sus tasas de natalidad y mortalidad.

El caso de la masacre de pingüinos en Punta Tombo es un ejemplo de la importancia del involucramiento activo de organizaciones y la ciudadanía en la protección de los ecosistemas y la conservación de la biodiversidad.

La participación ciudadana es fundamental para garantizar cambios significativos en las políticas y prácticas que afectan al entorno natural.

La sociedad tiene el derecho y la responsabilidad de exigir a las autoridades que actúen en defensa del ambiente y tomen medidas efectivas para prevenir y sancionar los delitos ambientales.