Hola me llamo Macarena, pero mis amigos me conocen como Maki y trabajo en Greenpeace Argentina. En este momento escribo estas líneas en el Ártico, desde el barco Esperanza donde soy parte de la tripulación como marinera voluntaria. Estamos en el inicio de un viaje que llegará hasta la Antártida.

Me encuentro viviendo una experiencia difícil de explicar porque el Ártico es un lugar majestuoso: el hielo llega a dibujar paisajes alucinantes y todo a su alrededor se convierte en la sublime expresión de la naturaleza.  

Pero llegamos hasta acá no solo para documentar su hermosura y biodiversidad sino porque nos urge el peligro que corre. Todo este paisaje frío está desapareciendo, los hielos se están derritiendo y cada año las vistas satelitales muestran cómo se reduce su superficie, eso nos ubica a todxs en una situación muy complicada y calurosa.

El objetivo de este viaje es mostrar y denunciar todas las terribles amenazas que ponen en peligro los océanos, desde el Polo Norte al Polo Sur.

Pero mi historia con Greenpeace empezó mucho antes. Cuando era niña era fanática de los delfines y mamíferos marinos. En ese entonces la televisión mostraba a menudo activistas de Greenpeace interponiéndose entre el arpón de los pesqueros japoneses y las ballenas para evitar que estos las cazaran.  Mi admiración hacia ese acto fue tal que comencé a soñar con ser una de esas personas algún día.

El tiempo pasó y a mis 18 años me mude de mi ciudad natal (Posadas- Misiones) a vivir en Capital Federal para estudiar en la universidad. Un día volví a ver por televisión a activistas de Greenpeace en acción y decidí sumarme. Escribí la página web en un papelito y me cruce al local de cyber que quedaba frente a mi casa. Me anoté en la página como voluntaria, completando un formulario con muchas de las habilidades que no tenía, pero aclarando que tenía muchas ganas de aprender lo necesario.

Unos meses después recibí un correo invitándome a juntar firmas en el obelisco por la Ley de Bosques así que allá fui. Durante la jornada de firmas tuve la oportunidad de interactuar con muchas personas: era genial cuando alguien voluntariamente se acercaba para firmar (porque ya sabían de qué se trataba), otras no frenaban e ignoraban que tenían cerca de alguien hablándoles. Pasaron muchísimas personas que después de firmar agradecían la labor de Greenpeace -situación que me dejaba muy orgullosa- pero también otras respondían de manera muy grosera y en algún caso hasta ofensiva. Esas personas me convencieron aún más de que estaba haciendo lo correcto.

En 2008 comencé como voluntaria del área de Logística y me encantó desde el primer día. Recuerdo que en aquellos años Greenpeace estaba trabajando por una ley que retirara del mercado las lámparas incandescentes y en su lugar se reemplazaran por lámparas bajo consumo para así favorecer la eficiencia energética. Entonces comenzamos a crear una escultura para montar frente al Congreso. Estuve desde el principio, aprendiendo a trabajar con materiales y herramientas que no había utilizado antes, fue un proceso de trabajo y aprendizaje fascinantes para mi.

Muchas muchas campañas, acciones, movimiento, muchos nuevos conocimientos y demasiadas ganas y voluntad pasaron y en el año 2010 comencé a trabajar como staff de Greenpeace.

A pesar de los años que pasaron sigo sintiendo profunda admiración hacia lxs activistas que invierten su tiempo y pasión para simplemente hacer algo por todo lo maravilloso que conocemos y para que los océanos, bosques, agua pura y bebible, aire limpio, animales, ríos, selvas, etc.. no se borren, no se extingan ni desaparezcan.

Con ello mantengo la inspiración que de niña me ilusionó y que, con el tiempo, se transformó en la necesidad y responsabilidad de actuar.

Hoy estoy en un lugar soñado, en mi trabajo encontré el canal y la posibilidad de tomar acción frente a las problemáticas que afectan nuestro ambiente. Estoy segura de que cada unx, donde se encuentre, puede sumar pequeñas acciones que nos llevan a grandes cambios en defensa del planeta.

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