Estamos perdiendo los glaciares. Esos macizos colosales de hielo que creímos eternos e imperturbables, los mismos de los que dependemos porque representan el 70% del agua dulce del mundo y para regular el clima planetario, se esfuman a cada minuto. En total, ya son 9.000 gigatoneladas de glaciares las que desaparecieron desde 1961 a la actualidad. Es decir, el equivalente a la superficie de toda Alemania cubierta por una capa de hielo de 25 metros de profundidad.

Aún más grave es el ritmo acelerado al que se están derritiendo. Sólo en 2023, se perdieron más de 600 gigatoneladas de masa glaciar, la mayor pérdida registrada en medio siglo. En 2024, sumaron otras 450 gigatoneladas. Así se consolidó la tendencia que muestra que, en los últimos 6 años se registraron los peores retrocesos, afectando a todas las regiones con glaciares por igual.
La dramática pérdida de hielo afecta desde el Ártico a los Alpes, desde Sudamérica al Tíbet, y se espera que se acelere en la medida que el cambio climático, producto de la quema de combustibles fósiles, empuje las temperaturas globales hacia arriba.
Lo más probable es que esto desencadene problemas ecológicos, sociales y económicos en todo el planeta, al ritmo que el nivel del mar aumenta y los recursos de agua disminuyen.
Estas novedades surgen del último informe emitido por la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y coincide con la conmemoración del primer Día Mundial de los Glaciares, implementado este año por la UNESCO como una alerta sobre su situación y un llamado urgente a la acción global.
“Miles de millones de personas están conectadas a los glaciares, lo sepan o no, y esto requerirá que todos se unan para protegerlos”, declaró la glacióloga Heidi Sevestre, secretaria del Programa de Monitoreo Ártico a la agencia Reuters.
Menos glaciares, más problemas
Entre los años 2000 y 2023, el derretimiento de los glaciares de montaña provocó un aumento del nivel global del mar de 18 milímetros, con una tasa de cambio anual promedio de 0,75 mm por año. La cifra no es menor porque por cada milímetro de aumento implica que más de 300.000 personas al año se ven expuestas a inundaciones, según informa el Servicio Mundial de Monitoreo de Glaciares.

Además, según estudios recientes, el derretimiento podría liberar decenas de miles de toneladas de bacterias desconocidas en los próximos 80 años, como ha revelado la Universidad de Aberystwyth.
A todo esto hay que sumar que el deshielo abrupto está alterando el ritmo del ciclo del agua. Provoca riadas impredecibles, deslizamientos de tierra, afecta a las infraestructuras humanas y empuja a especies enteras al borde del colapso ecológico.
Hasta las fronteras políticas deben modificarse ante la retirada del hielo. En 2024, Suiza e Italia renegociaron partes de su frontera común en los Alpes. En tanto, en el Ártico, los intereses geopolíticos se intensifican a medida que las aguas liberadas del hielo permiten nuevas rutas comerciales y accesos a recursos energéticos.
Como bien apunta Sergio Parra en su artículo para National Geographic, “La pérdida de glaciares significa mucho más que la reducción de una masa de hielo: es el desmoronamiento de la historia congelada del planeta, de su memoria climática, de su equilibrio natural. Su desaparición representa la pérdida de un archivo natural sin reemplazo”.
¿Qué pasa con los glaciares en Argentina?
En territorio argentino contamos con aproximadamente 17.000 de estos gigantes que se extienden por más de 840.000 hectáreas, distribuidos en 12 provincias, según datos del Inventario Nacional de Glaciares (ING).
Están protegidos por la Ley Nacional de Glaciares (26.639), la segunda ley ambiental más importante del país que en 2025 cumple 15 años de vigencia. Se trata de una Ley fruto de la lucha ciudadana que se logró gracias a una movilización histórica, impulsada por Greenpeace y más de 300 organizaciones.
La crisis climática y las actividades humanas ponen a estos gigantes en peligro. Por eso, y porque sabemos que una vez que un glaciar desaparece, no se puede reemplazar, es nuestro deber protegerlos como un acto de amor hacia las futuras generaciones y hacia el planeta que compartimos.

Sumá tu firma para defender estas reservas de agua esenciales para la seguridad hídrica, la biodiversidad y el equilibrio ambiental.