¿Podríamos ser indiferentes al ver de frente a los árboles derrumbados, todavía tan altos, bellos y añosos? ¿Qué pasaría si miráramos sin filtros la tierra removida y alborotada por las máquinas y las cadenas, la vegetación moribunda, los nidos que ya no son hogar y las madrigueras arrasadas? ¿Notaríamos las hectáreas y hectáreas de vida rota que se suceden en el paisaje, las mismas que hasta hace poco fueron todo alegría de cantos, sostén de aves, reptiles, insectos, mamíferos y personas? 

Son muchas las preguntas que surgen al leer el último informe de Greenpeace que revela que durante 2022 la deforestación en el Norte Argentino fue de más de 110.000 hectáreas. Si a esta cifra le sumamos las áreas incendiadas el estimado de pérdida de bosques nativos perdidos podría superar las 200.000 hectáreas.

Como alfileres punzantes, los interrogantes buscan saber si al mirar de lleno el lugar del desastre podríamos seguir permitiendo que nuestros bosques desaparezcan. ¿Qué necesitaríamos para romper el silencio cómplice de la política y la indiferencia de los medios que le hacen el caldo gordo a los intereses de quienes rompen todo en nombre de la ganadería intensiva, la soja transgénica de exportación y los incendios forestales? 

No sabemos estas respuestas pero sí conocemos los hechos y te los compartimos en esta nota.

Deforestación e ilegalidad, los números no mienten

La deforestación durante 2022 en el Norte de Argentina fue de 112.545 hectáreas. El lastimoso ránking quedó de esta manera:

  • Santiago del Estero, 38.492 hectáreas (80% de los desmontes fueron ilegales)
  • Chaco, 36.159 hectáreas (todo hecho de manera ilegal porque los desmontes se encuentran suspendidos por la justicia provincial desde el 16 de octubre de 2020)
  • Formosa, 22.664 hectáreas 
  • Salta, 15.230 hectáreas 

Cada hectárea deforestada pone en riesgo de vida a miles de seres silvestres. Además, en palabras de Hernán Giardini, coordinador de la campaña de Bosques de Greenpeace, “provoca cambio climático, inundaciones, sequías, desertificación, enfermedades, desalojos de indígenas y campesinos, pérdida de alimentos, maderas y medicinas, y desaparición de especies”. 

Año a año la emergencia forestal de nuestro país se ahonda. Tal es así que entre 1998 y 2021 la pérdida de bosques nativos en el país fue de cerca de 7 millones de hectáreas (una superficie similar a la de la provincia de Formosa), según datos del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación. 

Una realidad en llamas

Solo en 2022 y circunscripto al norte argentino, los datos sobre incendios forestales enciendan las alarmas:

  • Salta, Cerca de 95.000 hectáreas quemadas 
  • Jujuy, 25.000 hectáreas incluyendo cerca de 5.000 del Parque Nacional Calilegua*

Según se desprende de los reportes elaborados por el Servicio Nacional de Manejo del Fuego (SNMF.)

Cabe aclarar que los mismos incluyen incendios rurales que son los que afectan matorrales, arbustales y/o pastizales.

Las llamas en el 95% de los casos fueron producidos por la mano del hombre, “siendo dentro de estos los principales escenarios fogatas y colillas de cigarrillos mal apagadas, el abandono de tierras, la preparación de áreas de pastoreo con fuego. Los factores climáticos como la falta de precipitaciones, las temperaturas elevadas, el bajo porcentaje de humedad, las heladas constantes y los vientos fuertes inciden en su propagación”. 

Desmontes y fuego, dos de las razones por las que el país sigue perdiendo sus bosques, esos ambientes que concentran más de la mitad de la biodiversidad terrestre del planeta

Mientras normalizamos estas prácticas que ocurren a cada minuto tierra adentro, las comunidades indígenas y campesinas pierden su territorio, los animales y las plantas mueren y toda la humanidad hace una apuesta muy peligrosa contra su propio sustento, perdiendo zonas fundamentales para la regulación climática, el mantenimiento de las fuentes y caudales de agua, y la conservación de los suelos.