Rex Weyler cuenta nuestra historia

Página - 1 junio, 2008
Rex Weyler fue el primer Director de la Fundación Greenpeace, el editor del primer newsletter de la organización, y el cofundador de Greenpeace Internacional en 1979. Fue también fotógrafo y reportero en las primeras campañas de focas y ballenas de Greenpeace y ha escrito una de las mejores y más exhaustivas historias de la organización, “Greenpeace” (Raincoast, 2004). Su libro, “Sangre de la Tierra, una historia del Movimiento Indoamericano”, fue nominado al Premio Pulitzer. “Verde profundo” es la columna mensual de Rex, que muestra las raíces del activismo y el ecologismo, y nos acerca al pasado, presente y futuro de Greenpeace.

 

Capítulo 5: El fin del precio.

Junio 2008

Caviar syndrome

En los ‘80, los pescadores capturaron al último esturión beluga salvaje en el Mar de Azov, fuente del preciado caviar, y los esturiones salvajes del Mar Caspio dejaron de reproducirse. La pesca de esturión cayó un 95 por ciento, y el costo del caviar subió. Tal extraordinario crecimiento de los precios es conocido como "hiperinflación", o como lo llama el economista Eric Sprott, "el síndrome del caviar”.

Esto puede parecer trivial con respecto al caviar, pero la hiperinflación se vuelve crítica en lo referente a los productos básicos como el petróleo, el gas, el cobre, el zinc, el agua, o la madera dura fina, todos los cuales se están tornando escasos a escala mundial. La civilización industrial ya ha agotado los mejores y más accesibles de estos recursos. Los esturiones podrían recuperarse si los dejáramos solos, pero el cobre y el petróleo no se reproducen a sí mismos.
Mientras la humanidad busca minuciosamente recursos hasta en la última región del planeta, entramos en un nuevo período histórico en el que determinados productos básicos vitales ya no tienen un precio de mercado tradicional vinculado a la oferta y la demanda, sino más bien al costo de acceso.

Chocando contra la pared

En abril, 500 patos migratorios aterrizaron en un estanque de desechos tóxicos de arena bituminosa de la petrolera canadiense Syncrude y perecieron. El Presidente de Syncrude, Tom Katinas, dijo estar "muy apenado" por este episodio, y rápidamente le prohibió la entrada al lugar a los medios de comunicación, y emitió un memorándum interno: "Es nuestra responsabilidad garantizar que los mejores intereses de Syncrude sean mantenidos." Para que quede claro, el interés más importante de la empresa petrolera es el flujo de dinero, no los patos.

tar sands ducks

Las arenas bituminosas canadienses, alguna vez presentadas como las salvadoras de la crisis mundial del petróleo, ahora se muestran anémicas. Shell Canadá ajustó recientemente sus estimaciones de producción de arena bituminosa de $ 7,3 a $ 11 mil millones de dólares canadienses, un brusco aumento del 50 por ciento de los costos.

Luego, el mes pasado, un geólogo de Imperial Oil, Clement Bowman, insistió en que el gobierno de Canadá se comprometiera a invertir miles de millones de dólares para resolver "los enormes problemas ambientales asociados con el recurso", es decir, las emisiones de dióxido de carbono, la desviación del agua, una planta de energía nuclear para hervir desechos, los patos muertos, y un ecosistema de praderas en extinción. Bowman destacó que, a menos que estas cuestiones ambientales se resuelvan, "el uso de arena bituminosa casi ha chocado contra una pared."

Ahí lo tienes. La "pared" es la rentabilidad. La estrategia de "libre mercado" para esquivar esta pared es el bienestar público: socializar los costos y privatizar las ganancias.
Los costos ambientales y sociales totales de hacer negocios nunca son reportados en los presupuestos de estas empresas millonarias. El dinero público y los lagos tóxicos no aparecen en los balances. ¿Por qué? Porque no sería rentable. Las inversiones del público y de la naturaleza no tienen participación accionaria, pero los magos del mercado libre necesitan de estas inversiones para evitar chocar contra la pared.

Grandes potencias

Desde el 2003, EE.UU. ha gastado más de un billón de dólares, y matado a más de un millón de personas, para asegurarse el suministro de petróleo de Irak. El costo público de la guerra a largo plazo hoy se proyecta que alcanzará los 2 ó 3 billones de dólares, lo que equivale aproximadamente a un subsidio de 30 dólares/ barril por cada gota de petróleo iraquí en las reservas de petróleo comprobadas.

Las naciones han librado guerras por el petróleo durante un siglo, desde 1912, cuando la Marina Británica abandonó el carbón por el petróleo y Winston Churchill declaró: "Tienen que encontrar el petróleo... comprado habitualmente y a bajo precio en tiempos de paz, y con una certeza absoluta en tiempos de guerra." Dichas tácticas no se han perdido en China. "El mayor poder le pertenece a aquél que controle más recursos", escribió Wenmu Zhang, un investigador  del Instituto Chino de Relaciones Internacionales Contemporáneas, y "nunca ha habido un caso en la historia donde esta búsqueda se haya realizado en paz".

Para obtener acceso a los bosques y yacimientos de petróleo, China financia a matones en Birmania y Sudán, tal como los EE.UU. han respaldado juntas mortales en El Salvador y Chile, o en las provincias en Rusia. China ha alcanzado a los EE.UU. y a Europa en consumo, ahora usando más de una cuarta parte del cobre y el acero del mundo, y la mitad del cemento. Noten que ahora estamos planteando un uso de los recursos en grandes fragmentos del suministro total de la Tierra.
Se han detenido proyectos de construcción en los países más pobres simplemente porque no hay suficiente cemento o acero a ningún precio.

Los costos crecientes de obtener petróleo- la guerra, los subsidios, el insumo de energía, y el auxilio en casos de desastre ecológico - aumentarán el precio de todo. Los economistas llaman a esto inflación "cost-push" (“inflación de precios”), una cepa más virulenta que la inflación que comúnmente conocemos. Los bancos centrales son incapaces de manipular una inflación “cost-based” (“basada en los costos”) con tasas de interés bancarias u ofertas de dinero. Este estado de las cosas es la conclusión lógica de una economía que crece en un planeta fijo calentado por una modesta estrella.

Una guerra de ofertas

En 1979, geólogos soviéticos descubrieron el depósito de cobre sin explotar más grande del mundo en Afganistán. Los talibanes armados por la CIA echaron a los rusos, y en 2005, las empresas del Reino Unido, EE.UU, Canadá ofertaron por los derechos del campo de cobre afgano Anyak. Las ofertas llegaron a unos 1,2 millones de dólares, incluidas las infraestructuras, carreteras, una central eléctrica, y un margen de beneficio aceptable para los accionistas.

Pero entonces, en el otoño de 2007, China ofreció a Afganistán 2,8 millones de dólares por el cobre, más del doble del valor real de un solo golpe. A través de la financiación de la deuda comercial de los EE.UU., China tiene un puñado de dólares en baja que preferiría cambiar por recursos, petróleo sudanés, cobre afgano, o franjas del norte de Alberta. Las casi 12 millones de toneladas de cobre del campo Anyak - la mayor reserva conocida en el mundo- abastecerán a China durante cuatro años.

The industrial world exhibits sociopathic and

Ninguna empresa orientada a las ganancias podría haber igualado la oferta china por el cobre, porque no dejaba ningún beneficio. De la noche a la mañana, el mundo de los precios del cobre ya no se trata de la oferta y la demanda, sino del acceso. Desde 2003, el precio del cobre se ha disparado de $ 0,81 centavos de dólar por libra a más de 3,90 dólares, un aumento de aproximadamente el 38 por ciento anual. La teoría económica tradicional nos dice que el aumento de los precios de los productos básicos reduce el consumo y aumenta la oferta al hacer los depósitos marginales más rentables. Sin embargo, lo contrario ocurre ahora con el petróleo, el cobre y otros productos naturales limitados. A medida que el precio se acelera, la demanda mundial sigue creciendo y las reservas recuperables disminuyen, desatando la hiperinflación.

El sufrimiento humano también tiene su auge con los precios de los productos básicos. El escritor económico de “Noticias del Golfo” Sean Kelleher sugiere, "estamos en un nuevo paradigma”. El aumento de los precios de los productos básicos, escribe, "bien podría ser una bendición para los inversores, pero será una carga para el extremo más pobre de todas las sociedades". La creación de la riqueza tradicional revela su lado oscuro. El diario chino “Southern Metropolis” informa que el comercio libre de niños esclavos hoy prospera dentro de China. Los directores de las fábricas comercian niños "como coles" en los mercados callejeros de Sichuan y los embarcan al corazón del delta industrial Pearl River, siguiendo la tradición de las fábricas textiles inglesas, los comerciantes de caucho belgas en el Congo, o los magnates del algodón americano.

Ahora vemos el verdadero rostro del industrialismo moderno: saquear los bienes públicos, enriquecer a los ricos, explotar a niños esclavos, arrasar hábitats naturales, el diseño de lo obsoleto, y vender productos de mala calidad en grandes tiendas “asesinas de comunidades. Sobre el papel, todo es rentable. En la realidad, el barco de la industriaavanza a todo vapor como el Titanic.

La tecnología soluciona

Otra de las teorías favoritas del crecimiento de los economistas es que la "tecnología" va a salvarnos del agotamiento de los recursos. El etanol sustituirá al petróleo. Vaya. Hemos olvidado que el maíz crece en el suelo que una vez sostuvo a los bosques y a los alimentos.

Los innovadores, oímos, al parecer van a encontrar alternativas para todo, pero el cobre y el petróleo, por ejemplo, poseen propiedades únicas. La tubería de agua del cobre es fuerte y flexible a una amplia gama de temperaturas, el material es antibacteriano y fácil de usar. El cobre sigue siendo esencial para obtener altos rendimientos, una electrónica de tecnología avanzada que, teóricamente, promete un aumento de la eficiencia.

Como explica James Kunstler en The Long Emergency (La Larga Emergencia), la tecnología no es la energía. La tecnología cuesta energía. La magia electrónica no sustituye a una tierra agotada de recursos. El consumo mundial de cobre, plomo y estaño podría perdurar por 20 años al ritmo actual antes de que alcance el "síndrome del caviar." La bauxita y el mineral de hierro pueden durar 50 años. Pero el reloj sigue marcando, 3 millones de personas habitarán el planeta en 50 años, y la naturaleza no será burlada.

Teorías de bancarrota

Robert Ayres, profesor emérito en la escuela de negocios INSEAD en Francia, explica que el eterno crecimiento planteado por los economistas tiene cuatro supuestos erróneos:

1. El constante crecimiento proyectado hacia el futuro es una falacia. No hay ejemplos en la naturaleza de un crecimiento exponencial que continúe indefinidamente.

2. Los modelos tradicionales de crecimiento económico dependen de una injustificable simplificación de la actividad humana, y un desconocimiento de las leyes de la naturaleza y sus complejidades.

3. Los economistas del crecimiento imaginan empresas y consumidores abstractos que toman decisiones óptimas con informaciones perfectas. Nada de esto existe. Los intereses soberanos, monopólicos, y particulares dirigen las decisiones e hipotecan las opciones valiosas.

4. La teoría de que el capital, sumado a la mano de obra y la tecnología, iguala al crecimiento ignora las necesidades y los límites de la naturaleza.

A esto podemos añadir la llamada "mano invisible" de Adam Smith. La teoría asume que las personas que persiguen su propio interés guiarán a la civilización al "mejor mundo posible." Las pruebas de la historia muestran que no existe mano invisible que transforme la codicia colectiva en un paraíso. La historia de la esclavitud, de los talleres clandestinos, y de lagos muertos llenos de lodos tóxicos dan testimonio de esta falacia.

Los economistas tradicionales - socialistas y capitalistas – han supuesto que la producción industrial podía crecer para siempre. Otros economistas más visionarios - Donella Meadows, Herman Daly, Hazel Henderson, EF Schumacher - señalaron hace mucho tiempo que la teoría económica tradicional se olvidó de dar cuenta de los sistemas ecológicos y del valor de la naturaleza.

Incluso algunos economistas tradicionales ahora reconocen el error. Un informe de inversiones realizado en el 2008 por Goldman Sachs sobre la escasez de productos básicos declaró, "vemos los paralelismos con la economía maltusiana". Ingenieros, planificadores, asesores de las Naciones Unidas, e inversores de bancos admiten hoy que el maldecido economista Malthus fue esencialmente correcto. Su trabajo sólo requiere de simples cálculos de escuela secundaria. Los límites al crecimiento son reales.

La economía de la tierra

Ahora vemos que nuestras economías galopantes se basan en limosnas, la deuda masiva, la guerra, los abusos, los residuos, y una tierra disminuida. Los ríos mueren, las especies se extinguen, los bosques desaparecen, los desiertos crecen, y las personas sufren. Este estado de las cosas señala una disfunción social a escala mundial. El mundo industrial exhibe comportamientos sociopáticos y "ecopáticos". Ciudadanos inocentes a veces parecen traumatizados, aún haciendo todo lo posible para seguir siendo optimistas y aplicar soluciones creativas.

Daly, Henderson, Ayers, Mark Anielski, Nicholas Stern, y muchos otros economistas de resonancia han descrito más precisamente las teorías económicas que reconocen el valor de la naturaleza y la auténtica calidad de la vida. Lo que la iniciativa humana debe aprender ahora es lo siguiente

La ecología es la economía.

Todo lo que usamos, cada innovación, cada empresa humana o el simple placer se basa en la abundancia de la Tierra. Los economistas ignoran la ecología bajo nuestra entera responsabilidad. El fin del precio convencional ubica a la ecología y la naturaleza en la perspectiva adecuada: no tienen precio.

- Rex Weyler

 

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