Rex Weyler cuenta nuestra historia

Página - 1 mayo, 2008
Rex Weyler fue el primer Director de la Fundación Greenpeace, el editor del primer newsletter de la organización, y el cofundador de Greenpeace Internacional en 1979. Fue también fotógrafo y reportero en las primeras campañas de focas y ballenas de Greenpeace y ha escrito una de las mejores y más exhaustivas historias de la organización, “Greenpeace” (Raincoast, 2004). Su libro, “Sangre de la Tierra, una historia del Movimiento Indoamericano”, fue nominado al Premio Pulitzer. “Verde profundo” es la columna mensual de Rex, donde recorre las raíces del activismo y el ecologismo, y nos cuenta acerca del pasado, presente y futuro de Greenpeace.

Mayo 2008

Capítulo 4: Yendo más profundo.

Desde el último Pleistoceno, 100.000 años atrás, cuando unos cientos de homo sapiens exploraban África, Asia y el Mediterráneo, la población humana se ha redoblado 22 veces.  Sólo podría doblar su número una vez más, eso es todo. La población humana probablemente se nivelará en 10 a 14 mil millones en algún momento cercano al 2100, excediendo la capacidad poblacional de la Tierra. El hambre masivo ya está en camino en ambientes degradados.

Los economistas creen que el consumo medio va a incrementarse, por lo que debemos considerar un crecimiento económico mundial anual proyectado de 1,5% en las naciones ricas y un 10% en China y otros países en vías de desarrollo. Los economistas consideran todo aquello que sea menor a un 3% del crecimiento económico global para señalar una “recesión” mundial.

La humanidad está atrapada en un dilema. Nuestras teorías económicas sugieren que no podemos frenar nuestro crecimiento sin que se produzca un colapso económico, pero el crecimiento ilimitado conduce al colapso. No podemos reescribir las leyes de la naturaleza y los cálculos según nuestra conveniencia.

El crecimiento exponencial – cualquier porcentaje de crecimiento en la naturaleza, incluyendo poblaciones, economías o un molde en una placa de petri-  se hunde por alguno de estos dos caminos: (1) el organismo en crecimiento sobrepasará los nutrientes y la base de energía de su huésped* y colapsará, o (2) descubrirá una homeostasis con su huésped y se adaptará a vivir de la capacidad de su ambiente, en simbiosis con todo lo que ha encontrado un nicho.

Fuimos advertidos. Thomas Malthus- maldecido por los entusiastas del crecimiento infinito por su falla al no predecir los combustibles fósiles y los pesticidas- hizo la cuenta correcta 200 años atrás. El petróleo y las tecnologías agrícolas retrasan el punto de quiebre, pero no anulan las leyes de la naturaleza. El Club de Roma advirtió a la humanidad en 1972 en el informe Limits to Growth (Límites al crecimiento), documento que también, según se dice, fue refutado por los economistas del crecimiento. William R. Catton escribió Overshoot (Sobrepasado) 30 años atrás, explicando diligentemente todo esto. Rachel Carson, Paul Ehrlich, Greenpeace, y muchos otros señalaron que vivimos en un planeta finito, sujetos a las reglas de los sistemas vivos.

Si asumimos una taza de crecimiento económico anual “baja” de 3,6%, entonces la actividad humana se doblará en 20 años (72 dividido por el % de crecimiento = doble tiempo). ¿Es posible esta duplicación? Quizás una vez. ¿Podríamos doblar la economía dos veces más, hasta cuatro veces el consumo actual, en 40 años? No es probable. ¿La tecnología hará esto posible? No. ¿Se acuerdan de cuando las computadoras iban a ahorrar papel? Nunca ocurrió. Las computadoras no han salvado ningún río, ni han combatido la erosión de los suelos, ni la desertificación. Tampoco la tecnología ha aumentado la energía, de hecho gasta energía. A través de toda la historia humana, incluyendo la era de las computadoras, las nuevas tecnologías aumentaron el agotamiento de los recursos. El sueño de la “tecnología salvadora” representa una negación ecológica.

¿Qué es tan profundo en la ecología?

La palabra “profundo” fue asociada  por primera vez con la ecología por el naturalista y filósofo noruego Arne Naess en la Conferencia sobre el futuro del Tercer Mundo en 1972 (Greenpeace recién había nacido). Naess remarcó que el ambientalismo ya se había dividido en (1) un movimiento “profundo” (“deep ecology”), ecocéntrico y a largo plazo que defendía el respeto a la naturaleza por sus valores intrínsecos; y (2)  una ecología “superficial” (“shallow ecology”) y antropocéntrica que trataba a la naturaleza como un “recurso” para la economía humana.

Dolores LaCapelle, Paul Shepard, Gary Snyder, Lynn White, entre otros, construyeron sobre este tema la idea de que la naturaleza posee un valor intrínseco independiente de las necesidades humanas. Algunos ambientalistas se sintieron insultados al ser catalogados como “superficiales”, y criticaron al movimiento ecologista “profundo” por ser elitista. De cualquier manera, Naess simplemente intentó distinguir los valores ecológicos esenciales de las preocupaciones humanas. Se refirió a su enfoque como “ecotopía”, un acercamiento a una sabiduría en la forma de entender la naturaleza.

Paul Sears en 1964 habló de la ecología como “la materia subversiva” porque significaba un cambio en la conciencia que podía revolucionar todas las actividades humanas: la economía, la política, la biología, los mitos culturales, la ingeniería y todo lo que tuviera que ver con la presencia humana en la Tierra.

O entendemos la ecología profundamente o experimentamos un choque drástico.

Y cuando hablo de  “entender” la ecología, no me refiero a tazas de papel con un 10% de reciclado, a paneles solares en  refugios de ski, ni a autos híbridos. Me refiero a que debemos entender que seguimos siendo una especie natural que debe encontrar su lugar, en paz con su huésped, y en total integración con los sistemas que la sostienen. Esto significa rediseñar las tecnologías humanas a una escala apropiada para una Tierra viviente. Aprender sobre la naturaleza requiere cambiar el foco puesto en el consumo hacia las auténticas cualidades de la vida.

Naess sintetizó esto muy bien hace décadas en “medios simples, metas valiosas”. Ivan Illich, en la misma época, escribió Tools for Conviviality (Herramientas para la “Convivencialidad”), obra en la que defendía la necesidad de pasar de una sociedad tecnológica con sistemas masivos y centralizados, a otra en la que el hombre contara con herramientas simples que favorecieran una “eficiencia independiente”. Illich representaba a la tecnología humana óptima en, por ejemplo, la bicicleta.

La llamada conciencia ecológica “profunda” propone el reencuentro de la humanidad con la naturaleza. Somos animales, y más allá de las tecnologías, vivimos de la generosidad de nuestro hábitat natural. Aunque aprendamos acerca de la ecología y las leyes del crecimiento exponencial,  todavía no podemos manipular o “manejar” un planeta únicamente para el beneficio humano.

Durante la campaña de ballenas en los 70’s, Greenpeace no trabajó por la protección de las ballenas y las focas para que los humanos lo disfruten. Nosotros remarcamos que las ballenas tienen valor en sí mismas, sus propias comunidades y sus propias necesidades vitales. Protegimos a las ballenas, las focas y los bosques en primer lugar por su propio beneficio.

Un renacer ecológico no significa  diseñar un planeta para 12 mil millones de personas, extraer los nutrientes de cada acre de suelo, drenar cada río y quemar el último depósito de carbón. Un renacer ecológico significa honrar la naturaleza y experimentar la dicha de ser un ser natural en un paraíso que alguna vez se alimentó sin la necesidad de granjas, petróleo o chips de computadoras.

12 puntos sobre el pensamiento ecológico

Alguna de las ideas detalladas abajo fueron articuladas por Naess, Chellis Glendinning, Rachel Carson, Aldo Leopold, el cofundador de Greenpeace Bob Hunter, entre otros. Un resumen de sus valores, asociados con una conciencia genuinamente ecológica no centrada en el ser humano, incluye:

1. El valor inherente de la naturaleza, lo salvaje, la diversidad, la simbiosis y la complejidad, independiente de los deseos del hombre y de su existencia.

2. Sistemas: Todo en la naturaleza  existe en sistemas interconectados. Ninguna especie opera independientemente. La unidad de supervivencia de la evolución es “una-especie-en-un-entorno”, evolucionando en conjunto con todos los demás sistemas vivos.  

3. Un yo ecológico: El sentido humano del “yo” ampliado para incluir a estos sistemas vivos. La noción popular de economía que afirma que los hombres son perseguidores “privados” de la “felicidad” encierra un trágico orgullo, destinado a fracasar.  

4. Biocracia: Ampliar la idea de que todas las cosas tienen “derechos”, y de que, lo que es más importante todavía, el sistema ecológico en sí mismo los tiene. Por esta razón hay que limitar la interferencia humana en la naturaleza.  

5. La naturaleza no es un “recurso”: Los elementos de la naturaleza a los que llamamos “recursos” también brindan recursos a  todo lo que vive y poseen valor en sí mismos, in situ. Un río es una parte viva de un sistema, no simplemente un “recurso” para propósitos humanos.  

6. Diseño ecológico: Nuestras herramientas deben imitar los hábitos, leyes y diseños de la naturaleza y trabajar de acuerdo a ellos: 100% de reciclado, el uso mínimo posible de la energía, sistemas vivos integrados, bajo impacto y así sucesivamente.

Tratamiento del trauma humano:

La destrucción de la ecología protectora ha traumatizado a la humanidad y eso se debe no sólo a la pobreza y la desolación entre los pobres, sino a la ansiedad, la adicción, y la violencia entre los ricos. Hay que presenciar la “fiesta” de una montaña, una playa, o de un bosque como una automedicación para este trauma. Mientras escribo, estoy mirando una pareja de aves de Wilsonia que han anidado en el matorral de atrás de mi casa. No puedo calcular cuan terapéutico es esto. Cada espacio de naturaleza perdido reduce al ser humano.

8. Justicia social, igualdad de géneros y paz mundial: la guerra, el sexismo, el racismo y la injusticia no sólo causan un sufrimiento directo sino que contribuyen a las catástrofes ecológicas.

9. Reducción de la población humana: Una civilización que entienda que la naturaleza limitará lo que interfiera ante ella reduciendo sus números. Un paso positivo sería establecer una meta (podría ser en el término de dos siglos) de reducir la población humana, por decir, a mil millones, un número similar al de la población del 1800. ¿Los derechos de la mujer y los anticonceptivos contribuirán a lograr esto? La discusión demográfica apela al temor por los derechos humanos y culturales, el racismo y la inmigración. ¿Quién tiene el derecho de decirles a los demás que no se reproduzcan? La respuesta es que la naturaleza tiene ese derecho y va a imponerlo si nosotros no lo hacemos. Una población humana excesiva reduce la calidad de vida de los hombres y de todo lo demás.

10. Simplicidad: aprender a elevar la calidad de vida con los medios más simples y la menor interferencia en la naturaleza. Esto requiere un cambio en las expectativas, para lograr redescubrir la dicha de la simplicidad y de un ambiente protector -la dicha de la naturaleza, la paz, la comunidad, la familia y la creatividad. Cuantas menos cosas poseamos, más paz mental tendremos.

 

11. Acción: No resolveremos nuestro problema con filosofía y slogans. Una nueva sociedad ambientalista requiere de acción en todos los niveles. En primer lugar, necesitamos una protección masiva de la naturaleza y una relocalización de la supervivencia humana.

12. Valorar el milagro: Desde el advenimiento de los imperios, la agricultura, y la vida urbana, la humanidad ha buscado el paraíso en los lugares equivocados, en la riqueza, el poder, el dinero  y en reinos invisibles más allá del tiempo y el espacio. La humanidad parece poseer un sentido innato del misterio y de lo sagrado de la vida, pero hemos fallado en la valoración- “atribuir valor a”- de lo único que nos sostiene, la Tierra.

Una larga carrera

Si proclamamos que trabajamos por la Tierra o si pretendemos negociar con los gobiernos y las corporaciones en nombre del cuidado de la naturaleza, le debemos absoluta lealtad a nuestro cliente. No podemos regalarla. Si los ecologistas representan la voz de la Tierra en el estrado de la sociedad, debemos mostrar que la naturaleza tiene sus propios valores y propósitos. No importa cuan poderosos e inteligentes parezcamos, no decidiremos la manera en que la naturaleza evolucionará en la Tierra.

Los ecologistas deben ayudar a preparar a la sociedad para la profundidad y la amplitud del auténtico cambio al alcance de la mano: La naturaleza posee valores, leyes, y límites más allá de los propósitos humanos. Un diseño sabio es esencial, pero no podemos hallarnos fuera del dilema económico sin antes cambiar nuestros hábitos de consumo excesivo. No nos conduciremos a nuestra libertad etiquetando como “verde” a cada empresa como si fuera una posdata. Las leyes propias de la naturaleza serán nuestra primera guía.

La ecología continúa siendo la ciencia subversiva. La humanidad puede florecer en una larga carrera con la naturaleza, pero no lo logrará sin una revisión de la sociedad como una invitada benigna de los sistemas vivos de la Tierra.

 


*El autor utiliza la acepción biológica de la palabra, en este sentido el huésped es aquel organismo que alberga a otro en su interior o lo porta sobre sí, un significado contrario al que tiene en el lenguaje cotidiano.

 

    Emiliano Ezcurra* cuenta su experiencia con Rex Weyler, cuando en 2005 el fundador de Greenpeace vino a la Argentina a colaborar con la Campaña de Bosques.
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    Rex Weyler“Rex Weyler es uno de los visionarios que fundó Greenpeace en Canadá en 1971 y formó parte de esa “fracasada” expedición que zarpó desde la ciudad canadiense de Vancouver para oponerse a una prueba nuclear de EEUU en una isla cerca de Alaska.

    35 años más tarde Rex, llegó a la Argentina para colaborar con nuestra campaña contra los desmontes, y unirse al equipo de los jaguares de Greenpeace frenando topadoras en los bosques de Salta.

    Compartimos muchos días de trabajo en nuestra oficina y partimos juntos hacia el norte de nuestro país, donde Rex participó de las reuniones previas y de las acciones con un ímpetu y una determinación que parecía que hacía unas horas se había bajado del “Phillis Cormack”, aquel viejo buque con el que 35 años atrás trataron de llegar a Alaska.

    Su alma de activista sigue intacta en cada uno de sus actos. No es un guerrero cansado que vino sólo para dar aliento y buenos consejos (algo que sin duda también nos brindó), sino que su presencia nos contagió de energía y compromiso para dar todo por esta causa. Su buen humor permanente en el trabajo y un gran profesionalismo son sus características principales y hacen que todos aquellos que formamos Greenpeace sigamos estando orgullosos de contarlo en nuestras filas”

    *Emiliano Ezcurra fue Coordinador de la Campaña de Bosques y Director de Campañas de Greenpeace Argentina.

 

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