Rex Weyler cuenta nuestra historia

Página - 8 septiembre, 2009
Rex Weyler fue el primer Director de la Fundación Greenpeace, el editor del primer newsletter de la organización, y el cofundador de Greenpeace Internacional en 1979. Fue también fotógrafo y reportero en las primeras campañas de focas y ballenas de Greenpeace y ha escrito una de las mejores y más exhaustivas historias de la organización, “Greenpeace” (Raincoast, 2004). Su libro, “Sangre de la Tierra, una historia del Movimiento Indoamericano”, fue nominado al Premio Pulitzer. “Verde profundo” es la columna mensual de Rex, donde recorre las raíces del activismo y el ecologismo, y nos cuenta acerca del pasado, presente y futuro de Greenpeace. sept/oct. 2009

Capítulo 18: ¿Son sustentables las ciudades?

En la era el calentamiento global y el declive de los combustibles fósiles, es posible que la industria aeronáutica no sea sustentable. Dubai, desde luego, no es ni remotamente sustentable.

Dubai es una ciudad construida con el dinero obtenido del petróleo, pero la recesión económica mundial obligó a detener súbitamente los planes de construcción.  Muchos emprendedores huyeron de la ciudad abandonando alrededor de 3 mil automóviles, con las llaves en el encendido y tarjetas de crédito excedidas en la guantera.

Entre el 2002 y el 2008, los Emiratos Árabes Unidos y sus socios invirtieron en Dubai $600 mil millones de dólares estadounidenses para la construcción del edificio más alto y el centro comercial más grande del mundo, islas artificiales y colinas de esquí bajo techo. Dubai cuenta con una playa de arena fría "diseñada" por Versace. Mientras tanto, algunas secciones de la ciudad no cuentan con sistema de drenaje, por lo que las aguas negras se recogen en camiones y se llevan al desierto, donde se filtran a través de la arena y... reaparecen en las playas de Versace.

En las islas artificiales, las villas de 20 millones de dólares están vacías, sin electricidad ni drenaje. Además, los urbanizadores tendrán que pensar en proteger las propiedades de las pseudo islas de la elevación de los mares provocada por el calentamiento global. De manera que, no. Dubai no es sustentable, aunque en realidad ninguna ciudad lo es.

Las ciudades sustentables son centros semirrurales pequeños, modestos y generalmente pobres, muy cercanos a sus fuentes de alimentación y energía. Una de las ciudades occidentales más ecológicas es Lingköping, Suecia. En la década de los 80, los siete partidos políticos de dicha ciudad acordaron seguir un "camino ambiental" sin tomar partido. Sustituyeron el calor del petróleo y del carbón por electricidad del basurero municipal y redujeron las emisiones de CO2 en 40 por ciento. El ayuntamiento ofrece reciclado gratuito, transporte público que funciona con electricidad o biogas de los desechos, caminos para bicicletas y menos impuestos debido al dinero que produce la planta generadora de electricidad a partir de la basura.

Aun así, Dubai, Lingköping y el resto de las ciudades dependen de bienes, servicios, energía y recursos que llegan de todo el mundo en transportes que engullen combustible. Últimamente escuchamos hablar de las "ciudades sustentables", pero veamos la realidad.

Las ciudades a través de la historia

La caza y la recolección son formas de vida sustentables. Lo sabemos porque todos los animales viven de esa forma y los seres humanos vivieron así durante millones de años. Los primeros humanos cazadores que utilizaron el fuego, provocaron extinciones en sus hábitats naturales y los desequilibraron. Sin embargo, los verdaderos problemas de las sustentabilidad comenzaron con las concentraciones urbanas.

Hace miles de años, las ciudades sumerias de las llanuras del río Éufrates tuvieron necesidad de cultivos intensivos e irrigación, y provocaron erosión y acumulación de sal. Los textos sumerios describen suelos yermos y "tierra que se volvió blanca". Las comunidades migraron hacia el norte, por las márgenes del río, buscando nuevas tierras fértiles, dejando abandonadas sus ciudades que desaparecieron bajo la arena.

Para el año 500 antes de Cristo, la deforestación y la erosión del suelo había dejado a la mayoría de las ciudades desesperadas por alimentos y recursos. En el año 460 a.C., a medida que la población de Atenas aumentaba con refugiados de guerra, la suciedad se acumulaba y una epidemia, probablemente de tifus, mató a más de un tercio de la población. Las ciudades de todas partes empezaron a sufrir epidemias similares y el crecimiento de la población humana empezó a declinar por primera vez en la historia.

Cuarenta mil años antes, en las comunidades de Cro-Magnon, el crecimiento de la población era extremadamente lento, sólo unas milésimas porcentuales al año. Pero esta tasa aumentó de manera continua y para el año 500 a.C., era 100 veces mayor, más de una décima porcentual, es decir, 0.13 por ciento al año. No obstante, las ciudades se volvieron drenajes de la población y hacia el año 200 de nuestra era, la tasa de población había caído por debajo de cero, y en total de seres humanos disminuyó por primera vez en la historia.

La tasa de crecimiento no se recuperó al nivel del año 500 a.C. por dos mil años, hasta el año 1750 d. C. En estos dos milenios, las ciudades, focos de suciedad, enfermedades, humos tóxicos y conflictos, mataron a más personas de las que produjeron. En su libro The City in History Lewis Mumford explica que los pequeños pueblos rurales medievales permanecieron relativamente limpios y funcionales, pero entre los años 1200 y 1500 d.C., las grandes ciudades se convirtieron en trampas mortales y la población disminuía incesantemente. Mientras tanto, los imperios florecientes necesitaban cada vez más recursos de tierras lejanas.

Para el año 1550, los bosques europeos estaban devastados, lo que provocó el uso del carbón como combustible y el auge industrial. La combustión del carbón aumentó la contaminación del aire y provocó más muertes y enfermedades. En 1661, John Evelyn describió algunas secciones de Londres, como 'antesalas del infierno'.

La inhalación de humos, el tifus y el cólera mataban a los residentes urbanos donde quiera. En el siglo XX, con la suma del efecto tóxico de los gases de la gasolina con plomo, miles perecieron a consecuencia de la "niebla asesina" en Londres y en ciudades de Estados Unidos, como Pittsburgh, Chicago y Saint Louis. Cuatro mil personas murieron en Londres en diciembre de 1952 y cientos murieron en Los Ángeles in 1954. Pero los modernos imperios industriales, como sus antecesores de la antigüedad, siguieron buscando más recursos de lugares más lejanos.

La ciudad biofísica

El Dr. William Rees, de la Universidad de British Columbia, quien ideó el análisis de la "huella ecológica", señala que la mayoría de las ciudades necesitan de 300 a 1000 veces su superficie para conseguir los recursos que consumen. Rees comenta que cada ciudad es una "entidad biofísica" que engloba un conjunto de tierra, agua, atmósfera, recursos y pozos de desechos, necesario para sostener a su población humana.

Los consumidores ricos de Europa y Norteamérica, exigen el espacio más ecológico, pero todas las ciudades modernas tienen una deuda con la naturaleza. Yo vivo en Vancouver, Canadá, que se enorgullece de ser una ciudad bastante "verde", con sus caminos para bicicletas y jardines urbanos. Sin embargo, Vancouver necesita una zona biofísica 390 veces más grande que la propia ciudad.

En el estudio Ecosystem Appropriation by Cities (Apropiación del ecosistema por las ciudades) publicado por la Academia Real de Ciencias de Suecia, Carl Folke y sus colegas estiman que las 29 ciudades más grandes del Báltico, entre las que se cuentan Copenhague, Estocolmo, Oslo y Helsinki, se apropian, para su consumo y desechos, una superficie de ecosistemas boscosos, agrícolas, marinos y pantanosos de más de 560 veces su extensión territorial. Nueva York necesita una ecohuella total de casi mil veces su superficie geográfica. Tokio necesita del doble de la biocapacidad nacional de Japón.

El estudio de Folke muestra que las 744 ciudades más grandes del mundo, necesitan secuestrar más CO2 del que podrían secuestrar todos los bosques de la Tierra. Los autores opinan: "Si la meta es que los asentamientos humanos sean sustentables, es necesario que los planes de urbanización y crecimiento de las ciudades tomen en cuenta que la capacidad de los ecosistemas para sostener zonas urbanas es cada vez menor".

Mientras tanto, las actividades humanas continúan degradando los ecosistemas que mantienen vivas las ciudades. Cada año, perdemos 13 millones de hectáreas de bosques y 6 millones de hectáreas de tierra cultivable, al mismo tiempo que sumamos 75 millones de nuevas vidas humanas, la suma de las poblaciones de la Ciudad de México, Mumbai, Seúl y Sao Paolo.

Rees afirma que, de acuerdo con los datos, en términos materiales, una ciudad sustentable es un oxímoron.  Las ciudades modernas son hoyos negros entrópicos que barren con lo que produce una región cada vez más grande y productos de lugares cada vez más lejanos, y vomitan en ella cantidad equivalente de desechos.

Disminución del consumo

Dubai puede ser uno de los ejemplos más evidentes de consumo temerario, pero no es la única. La mayoría de las ciudades modernas siguen siendo vulnerables al suministro de alimentos desde grandes distancias, a las tierras de cultivo degradadas, al declive de los combustibles fósiles y a los efectos del cambio climático, como la elevación de los mares y las migraciones humanas.

Rees opina que para actuar en apego a la ciencia, es posible que haga falta una contracción económica planeada.  Rees considera que las naciones ricas deben planear la reducción de sus huellas ecológicas en casi un 80 por ciento, para consumir sólo una parte equitativa de su biocapacidad.

En su libro Managing without Growth, Peter Víctor afirma que es posible que la sociedad humana abandone sus insostenibles ideas económicas de un consumo en crecimiento. La única forma de salir del dilema, de la extralimitación, es consumir menos cosas. No existe una tecnología mágica que nos permita seguir consumiendo al ritmo actual, mucho menos a un ritmo mayor.

Pero Víctor, Rees y los demás, consideran que podemos llevar una mejor calidad de vida con menos consumo, en particular si convertimos la densidad urbana en ventaja.

He aquí algunas sugerencias para lograr que las ciudades sean menos destructivas y más sustentables. Muchas comunidades rurales, pequeñas y modestas ya hacen esto y por ello son más sustentables que las demás:

•    Reducir la demanda per cápita de tierra y recursos acuíferos (consumir menos cosas).

•    Reducir el consumo de energía fósil y en general, el consumo de energía.

•    Conservar las tierras cultivables y cultivar alimentos para su consumo.

•    Compartir: Crear alojamientos conjuntos, transporte público y cooperativas de alimentos.

•    Contentarse con ropa y muebles de segunda mano y enarbolar la bandera de la simplicidad, la modestia, la justicia y la ecología.

•    Mejorar la infraestructura urbana, el agua, los sistemas de drenaje y el reciclado.

•    Mejorar la eficiencia con tecnologías para nuestro vecindario, como bombas de calor, cogeneración de energía, calefacción y aire acondicionado por distritos, uso de sistemas de calefacción a partir de los desechos industriales.

•    Crear industrias de bajo volumen y lazo cerrado, en las que se capture la energía y los materiales de desecho de una se conviertan en materia prima para otra.

•    Eliminar la obsolescencia planeada en el diseño de los productos, hacer las cosas para que duren.

Tenemos que replantear las ciudades como ecosistemas completos que produzcan todo lo que consumen. El efecto secundario será, según Rees, la sustentabilidad global.

Rex Weyler -

septiembre 2009

 

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