Rex Weyler cuenta nuestra historia

Página - 8 julio, 2009
Rex Weyler fue el primer Director de la Fundación Greenpeace, el editor del primer newsletter de la organización, y el cofundador de Greenpeace Internacional en 1979. Fue también fotógrafo y reportero en las primeras campañas de focas y ballenas de Greenpeace y ha escrito una de las mejores y más exhaustivas historias de la organización, “Greenpeace” (Raincoast, 2004). Su libro, “Sangre de la Tierra, una historia del Movimiento Indoamericano”, fue nominado al Premio Pulitzer. “Verde profundo” es la columna mensual de Rex, donde recorre las raíces del activismo y el ecologismo, y nos cuenta acerca del pasado, presente y futuro de Greenpeace.

Capítulo 16: Trauma ecológico y recuperación

Como comunidad global, a menudo nos comportamos como una familia disfuncional. Peleamos continuamente, los fuertes abusan de los débiles y los supuestos líderes se comportan como adictos que no están dispuestos modificar sus hábitos destructivos que acaban con nuestro hogar. Como sucede en las relaciones abusivas, los poderosos convierten la protesta en un tabú y denigran a los que expresan abiertamente su desaprobación llamándolos locos.

En nuestra familia mueren de hambre 10 millones de personas cada año. Hay niños que trabajan como esclavos hasta atrofiarse en fábricas en las que se elaboran baratijas para los ricos. Encima de esta terrible injusticia, destrozamos, paso a paso, la única fuente de riqueza verdadera: la Tierra. Perdemos suelos fértiles, emitimos CO2 a la atmósfera, esparcimos toxinas, convertimos los pastizales en desierto y creamos islas de desechos de plástico en el mar.

Nuestros gobiernos y los líderes de la industria se encogen de hombros ante los signos de la disfunción y prometen "cambiar", volverse "más sustentables", de la misma manera en que un padre alcohólico promete reformarse, pero jamás lo hace.

Los genios de la mercadotecnia disfrazan de verde a las mismas empresas de siempre, imprimiendo fotos de la Tierra en los recipientes plásticos del detergente para aliviar nuestra preocupación. Las voces autorizadas del status quo nos aseguran que todo está bien. A medida que los ríos mueren y las especies desaparecen, algunos miembros de nuestra gran familia se horrorizan, mientras otros se sumergen en la negación.

Sicología ecológica

Una persona contemporánea a nosotros que tenga alerta los sentidos debe experimentar un trauma al observar la explotación insultante de la naturaleza, debe expresar abiertamente su descontento y tratar de reparar la disfunción. Sin embargo, es posible que algunas personas sufran el trauma de manera inconsciente, que no se percaten de lo que hace falta en su vida. Tal vez trabajan en un medio tecnológico 50 semanas al año y luego se escapan para gozar de la naturaleza y sentirse vivas de nuevo durante sus dos semanas de vacaciones.

Las neurosis modernas, tan comunes en las naciones industrializadas, tienen su origen en la separación de la naturaleza.  Las maravillas y las comodidades de la sociedad tecnológica cubren tan sólo con una fina capa nuestro ser natural. Seguimos siendo animales biofísicos semejantes a las hormigas y a los mapaches. Hace miles de años, algunos primates astutos se impusieron a las demás especies por medio del control del fuego y de la fabricación de utensilios, y lograron conquistar la hegemonía del planeta Tierra. Sin embargo, nuestros instintos, deseos y reacciones elementales son evidencia de una larga evolución al amparo de la naturaleza.

A pesar de nuestra soberbia conservamos patrones aprendidos a lo largo de 50 millones de años de evolución de los primates, 5 millones de años de desarrollo de los homínidos y 500 mil años de dominio del fuego, de elaboración de utensilios, de cazar y recolectar.

A lo largo de este prolongado génesis, la humanidad creció rodeada de la comodidad y de las restricciones de un ecosistema intacto que le suministraba sustento, lecciones vitales, asombro y albergue. Ver ese albergue caer bajo la afilada hoja de la industrialización provoca conmoción en nuestro sistema, sin importar si nos damos cuenta o no.

Aunque modesta y físicamente exigente, la vida primaria brindó al ser humano ventajas y moldeó su esencia. Los primeros seres humanos, al igual que los animales, maduraron en comunidades estables con un abasto de alimentos relativamente seguro. Durante milenios, las familias permanecían intactas y los niños crecían observando a sus padres trabajar, rodeados por la naturaleza, la madre mayor, y aprendiendo lecciones de la vida silvestre y de todas las criaturas.

Estas comodidades naturales nutrieron el 99.99 por ciento de nuestro desarrollo ancestral. Entonces, hace sólo unos miles de años, algunos humanos comenzaron a vivir en entornos urbanos y a depender de la agricultura de lugares lejanos, de habilidades especializadas y de las artimañas de los cambistas. En los últimos cientos de años, la cultura industrial ha agrandado la distancia entre nosotros y la naturaleza, ha dividido familias y destruido comunidades, formando individuos marginados que se aferran a empleos que los recompensan con alimentos empacados y entretenimiento, el "pan y circo" que los emperadores romanos concedían a los campesinos.  

A pesar de las formas civilizadas, la psicología humana continúa ligada a sus orígenes primarios y, como resultado, sufrimos el trauma de atestiguar el abuso ecológico, la destrucción de la vida silvestre, la erradicación de otras criaturas y la disminución de la Tierra.

La capacidad de sentir

De acuerdo con Kathy McMahon, psicóloga clínica que publica historias sobre el trauma ambiental en su sitio Peak Oil Blues: "Vivimos en una cultura trastornada. En lugar de marginar los llamados a la reforma, necesitamos normalizar la aflicción.  La protesta y la inquietud son reacciones adecuadas ante la pérdida y el dolor."

McMahon considera que estamos analizando a las personas equivocadas, aquellas que sufren traumas como resultado de la guerra, la violencia y la destrucción ambiental, pues en realidad, "deberíamos analizar a quienes no presentan estos síntomas, las personas que llamamos 'normales', aquellas que no han permitido que estas horribles experiencias afecten su vida cotidiana.  ¿Qué tipo de personas permanecen indiferentes ante estas cosas? Las que no sienten o no pueden sentir la pérdida, como las que no saben por qué beben o se drogan, constituyen la verdadera tragedia.

En su libro "Off the Map" y en diversos ensayos, como Recovery from Western Civilization, la psicóloga Chellis Glendinning, describe el "trauma original" de vivir en una sociedad industrial, la incapacidad de la tecnología y la globalización para proporcionar las comodidades que alguna vez fueron proporcionadas por la naturaleza y la comunidad. La psicóloga explica que esta pérdida ocasiona un comportamiento adictivo, pues la gente trata de llenar el vacío con el consumo, las drogas y la moda. Describe una forma desesperada de hacer frente a esta situación a través de la adicción, la ira, el aturdimiento y la pretensión de parecer "normal" según las exigencias de una cultura trastornada.

Hace un cuarto de siglo, el ecólogo pionero, Paul Shepard, analizó la marginación de la naturaleza en Nature and Madness y otros libros. Shepard propuso que la deficiente formación de los ciudadanos modernos había llevado a la sociedad a la destrucción de su hábitat y concluyó que nuestros ancestros establecieron una relación sana y recíproca con la naturaleza porque los niños pequeños siempre sentían la presencia de la madre, los padres ejercían roles comprensibles, los demás seres ocupaban un plano primordial y existía una iniciación deliberada de los adolescentes hacia la edad adulta.

Por otra parte, explica Shepard, las culturas industrializadas han abandonado la naturaleza y han dividido a las familias propiciando un crecimiento atrofiado. Además, prosigue, los adultos con una maduración deficiente albergan una dualidad infantil entre ellos y la naturaleza, le temen al mundo orgánico y tratan de llenar sus fantasías pueriles con patriotismo, fundamentalismo y condición social.

Al igual que Glendinning y McMahon, Shepard observó los síntomas de esta "infancia chapucera" en la terapia generalizada, el escapismo, las sustancias embriagantes y los estupefacientes. Describió nuestra continua destrucción del planeta como un síntoma de la psicopatología humana.

En su libro Nature and Madness, Shepard afirma que lo único más terrible que una sociedad regida por niños, como la que describe Golgin en "El Señor de las Moscas", es una sociedad regida por adultos aniñados.

"Los facilitadores"

Los adictos y los abusivos normalmente niegan sus actos, prometen cambiar y compensar a los adultos facilitadores, a los que intimidan para que guarden silencio o engatusan mediante la promesa de un poder compartido.

McMahon opina que la aceptación, la negación e incluso el apoyo "normal" hacia la destrucción de la naturaleza se origina más que en la estupidez mal orientada y en un interés económico. Afirma que la mayoría de los ciudadanos participan o dependen de esta mentira pues "hay mucho dinero invertido en el juego demencial de agotar y destruir la biósfera."

El orden establecido se resiste a cambiar y por ello margina y ridiculiza a los que lo denuncian. De ahí que los medios de comunicación estereotipen a las personas preocupadas por los temas ecológicos llamándolas "carboréxicas" o "agoreras" y les achacan falsos trastornos a las personas que se atemorizan al ver el abuso que se comete con la Tierra.

Los abogados del gobierno de Bush, Jay S. Bybee y John C. Yoo, artífices de las "formas de racionalizar la tortura", son un ejemplo clásico de facilitadores.

Por sus aportaciones, Bybee fue nombrado juez federal vitalicio y Yoo, catedrático de la Universidad de California. Cuando la Asociación Psiquiátrica de Estados Unidos publicó una declaración en contra de la tortura, la Asociación Psicológica de Estados Unidos se pronunció en contra de dicha declaración. Entonces, el ejército de Estados Unidos compensó a los psicólogos con subvenciones y contratos que, a su vez, le fueron negados a los psiquiatras criticones.

En Estados Unidos, la propuesta de ley sobre el clima, Waxman-Markey, es ejemplo claro de la forma en que un adicto da la impresión de cambiar al mismo tiempo que estimula su hábito. Dicha propuesta, que acaba de ser aprobada en las Cámara de Representantes, establece permisos de contaminación gratuitos para los grandes contaminadores y obstáculos legales para las acciones que verdaderamente pueden reducir las emisiones dañinas.

Aunque los científicos calculan que para evitar un desastre climático la humanidad debe reducir las emisiones en un rango del 50 al 80 por ciento los niveles que se tenían en 1990, los legisladores estadounidenses proponen apenas el 4 por ciento. Aun así, el diario New York Times alabó la propuesta de ley denominándola "la ley sobre energía y calentamiento global más ambiciosa que se haya debatido en el Congreso", una declaración que enmascara el fracaso y la superficialidad.

Al Gore aplaudió la medida y constituía un "paso crucial". Joseph Romm, físico y experto en temas del clima, escribió: "¿Cómo puedo reconciliar mi realismo climático científico, que demanda acciones mucho más decididas que las planteadas en la propuesta de ley Waxman-Markey, con mi realismo climático político, que me lleva a abogar por la aprobación de esta propesta tan defectuosa?. La respuesta simple es que la propuesta Waxman-Markey es la única opción". Romm añade que, de ser aprobada la propuesta Waxman-Markey, habrá de un 10 a un 20 por ciento de probabilidades genuinas de evitar la catástrofe.

¿Te parece bien que sólo haya un 10 por ciento de posibilidades de evitar una catástrofe para tus hijos? Romm, Gore y el periodista del New York Times son personas inteligentes y tal vez consideran que una probabilidad, por mínima que sea, es lo mejor que puede lograrse en pro de la familia humana. Sin embargo, es cierto que están profundamente incrustados en el sistema.  De la misma forma en que la esposa maltratada inventa excusas para su esposo alcohólico, estas personalidades parecen temer el divorcio de la estructura de poder dominante.

Por ejemplo, Al Gore, es uno de los principales participantes en el fondo de capital de riesgo, Generation Investment Management, junto con David Blood y otros exalumnos de Goldman-Sachs, la compañía que creo la burbuja de derivados de hipotecas de alto riesgo y artífice de los mayores fraudes financieros cometidos en Estados Unidos desde el año de 1920. Además, están en posición de ganar muchísimo dinero mediante tratos de venta de carbón, la siguiente gran burbuja del mercado de valores. ¿Hará algún bien esta compañía? Tal vez. ¿Salvará la Tierra? Probablemente no. Sólo va a enriquecer aún más a algunos millonarios y va a estimular el consumo.

Lo que quiero decir es que estos facilitadores están inmersos en los sistemas económicios y políticos que originan el consumo imprudente y la explotación extralimitada del planeta. En realidad, protegerán a quienes abusan. El hecho de que apoyen la dulcificada propuesta Waxman-Markey, que niega la realidad y es indulgente con las grandes compañías, demuestra su lealtad hacia los disfuncionales agentes del poder.

Hablando en plata, la legislación estadounidenses saboteará los esfuerzos de lograr un cambio significativo en la reunión sobre el clima que se realizará en Copenhague a finales de este año. Un 10 por ciento de probabilidades de evitar la catástrofe resulta un consuelo muy raquítico para nuestros hijos.

Recuperación

Chellis Glendinning escribe: "La meta definitiva de la recuperación es reencontrar nuestro lugar en la naturaleza, sentir, revivir, escapar de la insensibilidad de las máquinas y de la visión mecanicista del mundo". Paul Shepard piensa, con esperanza, que "bajo la capa de barniz de la civilización … se encuentra, no el ser bárbaro y animal, sino el ser humano que sabe lo que es correcto y lo que necesita para alcanzar la humanización total".

Shepard divisó la recuperación a través del redescubrimiento del "ser humano pleno y natural". Escribió que para reconstruir adultos sanos, los niños deben nacer en entornos cordiales y crecer en contacto con un entorno no humano abundante. La juventud sana debe realizar tareas apropiadas para su edad, usar utensilios sencillos y aprender la "disciplina de la historia natural". Por último, los adolescentes deben aprender el "significado metafórico" de los fenómenos naturales y pasar por la "iniciación ritual y las etapas graduales de la asesoría de un adulto".

La humanidad, en su camino hacia la destrucción, necesita la intervención. Como Jiddu Krishnamurti lo propuso en los años 70: "No es posible tomar como medida de salud el hecho de estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma". 

Rex Weyler -

Julio 2009

 

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